Sin duda, hoy es un día especialmente emotivo para millones de personas en todo el mundo. Justo en este día, 27 de enero, nos unimos todas y todas para recordar a las víctimas de uno de los crímenes más abominables de la historia reciente de la Humanidad y que supuso el asesinado sistemático, orquestado y planificado de seis millones de judíos, hombres, mujeres y niños, además de otros muchos millones más ( se calcula hasta un total 17 MILLONES sumando los asesinatos de prisioneros de guerra, gitano-romaníes, serbios, polacos, homosexuales, masones, discapacitados, republicanos españoles, testigos de Jehová, etc.) a manos de los nazis y todos cuantos fueron cómplices de forma activa o través del más vergonzoso de los silencios. Para quienes creemos en los derechos humanos y los defendemos sin descanso en cualquier parte del mundo, este día, el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto es, sin duda, uno de los más importantes por toda la carga emocional que conlleva.
Hoy, cuando se cumple 75 años de la liberación de campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, me gustaría rendir homenaje a todas las víctimas asesinadas a manos de la más monstruosa maquinaria de exterminio, que el mundo haya conocido jamás, puesta al servicio de la violencia, de la destrucción, del odio, del dolor y de la muerte. La Shoá supuso un acontecimiento único, tanto por su magnitud como por lo abominable de su naturaleza. Todo ello de la mano de la más cruel de las sinrazones y de la más ominosa de las barbaries UNGIDAS POR LA MALDAD MÁS ABSOLUTA.
Aunque la liberación de los campos de exterminio puso fin a la descomunal masacre orquestada por los nazis, todo el mundo quedó horrorizado ante un escenario que destrucción y de muerte cuyas imágenes aún no somos capaces de contemplar con la mirada sin esta que se vea empañada en pocos segundos por lágrimas de dolor. Millones de personas inocentes fueron ASESINADAS SALVAJEMENTE sólo por el mero hecho de ser, sentir, pensar, rezar o amar de forma diferente. SUS VOCES FUERON SILENCIADAS; SU DIGNIDAD, PISOTEADA; Y SU HUMANIDAD, ABOLIDA.
Tal vez nos estemos adentrando de nuevo en tiempos oscuros fruto de la pérdida de la memoria que produce el paso inexorable del tiempo. Pero, aún así, hemos de seguir reafirmándonos en nuestro mensaje de Paz, de Hermanamiento, de Entendimiento y de Amor entre todos los pueblos de la tierra. Ahora que parece que aquellas sombras del odio más oscuro, y que creíamos desterradas para siempre de nuestras vidas, amenazan de nuevo a millones personas en todo el mundo, es cuando hemos de insistir más que nunca en este mensaje porque, como decía Primo Levi, “aquellos que niegan Auschwitz estarían dispuestos a volver a hacerlo”.

Y es cierto. Con el resurgir en los últimos años de aquellas corrientes que promueven en odio, desde la violencia del extremismo más reaccionario hacia quien es diferente y desde los ataques a centros de culto y de reunión pacífica, hemos podido comprobar que el racismo, el antisemitismo y decenas de formas de odio y de intolerancia de religiosa no sólo no han desaparecido sino que siguen muy presentes y profundamente enraizadas en nuestra sociedad. Tal vez, siempre han estado ahí esperando el momento adecuado para alzarse de nuevo cuestionar desde posturas neonazis y supremacistas, todos los avances de las sociedad, todos los derechos conquistados y, para mayor ignominia, negar o trivializar los crímenes contra la humanidad cometidos durante el Holocausto restando toda responsabilidad a quienes lo perpetraron desde la más deleznable, inhumana y oscura de las sevicias.
Por eso, de los horrores del pasado hemos de ser capaces de extraer la que es sin duda la más importante de todas las lecciones: QUE NO PUEDE VOLVER A OCURRIR, QUE NO PUEDE VOLVER A REPETIRSE JAMÁS EN NINGUNA OTRA PARTE DEL MUNDO POR PARTE DE NINGÚN PUEBLO O NACIÓN SOBRE OTROS PUEBLOS Y NACIONES. Ese fue el compromiso de las naciones del mundo cuando, con el nacimiento de la Organizaciones de las Naciones Unidas, se materializó un acuerdo universal de trabajar siempre en favor la Paz, por el bien de toda la Humanidad y para evitar que perverso manto de muerte, dolor y destrucción volviera de nuevo a extenderse sobre nuestras cabezas.
Únicamente siendo conscientes y conocedores de la historia haremos posible que esta nunca más se repita. Esa debe ser nuestra gran promesa de cara al futuro, un futuro libre de violencia, de dolor y de muerte pero también repleto de paz y respeto entre todos los pueblos, entre todas las culturas y en donde sepamos transmitir la verdad de las víctimas honrando su memoria y defendiendo a ultranza el derecho de toda persona, sea quien sea, a vivir en un mundo libre, justo, en paz y con absoluto respeto hacia la vida y hacia la dignidad humanas. Porque, de no hacerlo así, de no actuar de esta manera, estaremos deshornando el recuerdo y la memoria de quienes perdieron la vida a manos de la sinrazón, del odio y de la barbarie. Y lo más importante, de no hacerlo así, correremos el riesgo de que, en el futuro, las próximas generaciones NOS LO DEMANDEN.

Desde el recuerdo HACIA TODAS LAS VÍCTIMAS de la barbarie, hemos de tener presente la luz que debe guiar siempre nuestros pasos y hacer de esta LA ETERNA LUZ DE LA MEMORIA. Una luz que, como si fuese una estrella guía del firmamento, nos recuerde siempre que ningún ser humano puede ser vulnerado jamás en sus derechos más básicos, inalienables, inherentes, consustanciales e indivisiblemente unidos a la esencia misma de la dignidad humana, de la que toda persona es titular, sin que exista ninguna clase de distinción, sin que pueda existir ninguna clase de etiqueta. Así lo refleja la Declaración Universal de los Derechos Humanos al reconocer de forma expresa y solemne que todas y todos, seamos quienes seamos, sin importar nuestro origen, nuestra lengua, nuestra fe, el color de nuestra piel, nuestra forma de sentir, de pensar o amar, somos y nacemos LIBRES E IGUALES EN DIGNIDAD Y EN DERECHOS.
Es cierto que las fuerzas oscuras del odio son poderosas, pero es mucho más poderosa nuestra fuerza de voluntad para vencerlo. Vencer el odio será la mejor manera de honrar la memoria de todas las víctimas, a través de la VERDAD como la mejor herramienta para que, manteniendo siempre el recuerdo de lo ocurrido, podamos construir un mundo de paz en donde la justicia y el respeto de los derechos de todos hacia todos guíen siempre nuestro camino.
Recordemos siempre: No importa quién seas, no importa cómo seas, no importa de dónde vengas: LA DIGNIDAD HUMANA ES, ANTE TODO, INVIOLABLE. Pensemos que la Humanidad, en toda su riqueza y diversidad, es sin duda nuestro mayor y más valioso patrimonio. Y, por tanto, es nuestro deber protegerla.
Por favor, en nombre de quienes vieron su voz silenciada y su vida arrebatada,
¡HAGÁMOSLO!
