Daremos el paso juntos.

(Escrito en 🇪🇸️ – Written in 🇬🇧️ – Scritto in 🇮🇹 – Rédigé en 🇫🇷️ – Escrito em 🇵🇹)

🇪🇸️ESPAÑOL🇪🇸️

Como cada 25 de noviembre, hoy unimos nuestras voces para clamar en contra de una lacra social que aún sigue estando normalizada en muchas partes del mundo. Este año es particularmente especial dado que se conmemora el 60 aniversario de brutal asesinato de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, “Las Mariposas”. 

Desgraciadamente, en la actualidad son miles las mujeres que, cada día, sufren la violencia en sus hogares a manos de su maltratador. Un violencia de la que también son víctimas sus hijas e hijos. Sin duda, nos encontramos ante una situación que contamina nuestra sociedad y debemos combatir con toda la fuerza y la determinación de la que es capaz de actuar toda la sociedad en su conjunto. 

Pero, ¿qué es la violencia sobre la mujer? De acuerdo con artículo 1 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de 1993, es «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Por su parte, el  Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, más conocido como Convenio de Estambul, define la violencia sobre las mujeres como «una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación contra las mujeres, y designará todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada

Hay que decirlo claramente, sin miedos y sin importar las críticas de quienes no creen en la igualdad como principio rector de cualquier sociedad democrática: La violencia sobre la mujer es un delito de odio, un acto de terrorismo, un acto de tortura y un genocidio normalizado a lo largo de la historia. 

¿Por qué es un delito de odio? Muy fácil, porque la violencia sobre las mujeres es una clara violación de derechos humanos al igual que lo son los ataques contra migrantes y refugiados, contra personas con discapacidad, contra aquellas personas que profesan una religión diferente, contra las personas sin hogar o contra el Colectivo LGBTIQ+. Sí, así es, la violencia es un delito de odio porque, durante siglos, la dominación de la mujer por hombre ha supuesto un cúmulo de desigualdades que aún sufren millones de mujeres en todo el mundo que, durante generaciones, ha sido aceptada y normalizada hasta hace muy pocas décadas.

En muchos lugares del mundo, apenas existen leyes que protejan a las víctimas y sus autores siguen actúan con total impunidad a lo que hay que añadir el silencio cómplice del entorno familiar. En consecuencia, las mujeres conviven a diario con la sensación de vergüenza y el estigma por haber sido víctimas de una violación de su dignidad como persona y de sus derechos humanos más básicos. 

La violencia sobre las mujeres tiene múltiples formas, tanto físicas como psicológicas. Además, del maltrato diario físico y emocional, sufren la violencia sexual de su maltratador al verse obligadas a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad que, en ocasiones, traspasan todos los límites de la más extrema crueldad. Tampoco hay que olvidar las situaciones de acoso sexual en el trabajo o en espacios públicos ni, por supuesto, la aberración que supone la trata de seres humanos con fines de esclavitud y explotación sexual, la mutilación genital femenina y los matrimonios concertados de mujeres y niñas con hombres que, en ocasiones, les quintuplican la edad. 

Los datos son claros: Un tercio de las mujeres de todo el mundo han sufrido violencia física o sexual por parte sus parejas o ex-parejas; casi el 50% de las mujeres casadas, o que conviven con sus parejas, no mantienen relaciones sexuales en contra de su voluntad; más de de 750 millones de mujeres, casi el 10% de la población mundial, han contraído matrimonio antes de los 18 años; 200 millones de mujeres han sufrido la mutilación genital femenina; y el 70% de las víctimas de trata son mujeres y niñas (3 de cada 4 con fines de explotación sexual). 

Con todo lo dicho hasta ahora, preciso reafirmar que la violencia de las mujeres es un delito de odio. Es un delito de odio porque supone una vulneración sistemática múltiple de los derechos humanos de las mujeres, con absoluto afán de sometimiento y por el mero hecho de ser mujeres. Todo ello con unas secuelas físicas y emocionales que acompañarán a las víctimas el resto de sus vidas al ser arrebatada su dignidad inviolable y su libertad como seres humanos. Ningún ser humano puede ser sometido y cosificado como si fuese un simple objeto, como si fuere un siervo o esclavo de su amo o señor. No, la mujer no es una propiedad, no es un objeto que puede que puede ser utilizado al antojo de un hombre ni ser tratada con la única finalidad de sentir placer. 

Tristemente, la situación del Covid-19, va a suponer que muchas mujeres vean seriamente comprometida su libertad y sus posibilidades de acceder a derechos tan elementales como el acceso a la educación o al mercado laboral impidiendo que puedan desarrollar todo su potencial personal, académico y profesional. Sin duda, la situación actual afectará a millones de mujeres en todo el mundo especialmente vulnerables por ser menores de edad; por vivir en zonas de crisis humanitaria donde los derechos simplemente no existen; por razón de su edad avanzada; por su orientación, identidad sexual o expresión de género; por ser mujeres migrantes o refugiadas que huyen del hambre o de la guerra; por pertenecer a las minorías despreciadas que ven arrebatada la tierra de sus ancestros; por tener alguna clase de diversidad funcional, sensorial o intelectual que provoca el rechazo de su entorno y de sus familias porque no son “aptas” para trabajar o tener hijos; o, simplemente, por tener alguna clase de enfermedad que, aunque sea curable o tratable, les supone una doble muerte social y personal. 

¿Por qué la violencia sobre la mujer es un acto de tortura? Porque no hay peor muerte que aquella que supone la violación de todos los derechos más básicos y un atentado contra la dignidad inviolable de todo ser humano. Es verdad, si existe un derecho humano que sea verdaderamente absoluto ese es el derecho a no recibir tortura y, a todos los efectos, la violencia sobre la mujer es un acto de tortura que viola la dignidad y de los derechos de las mujeres que la sufren así como de sus hijas e hijos. 

¿Por qué la violencia sobre la mujer es un acto de terrorismo? Porque si acudimos al diccionario y buscamos la palabra “terrorismo”, encontramos que una primera definición es “dominación por el terror”. Como segunda definición, encontramos que se define como “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Igualmente, si buscamos qué se entiende por “terror”, encontramos que su primera definición es “miedo muy intenso”. Por tanto, dado que la violencia sobre la mujer conlleva una serie de actos para “dominar” y someter a las mujeres mediante “actos violencia” que infunden “terror”, es por lo que podemos definir la violencia sobre la mujer como “terrorismo”. Un terrorismo infundido por su maltratador a través de la violencia física y psicológica basada en el sometimiento por la fuerza, en el control absoluto de la mujer y en infundir el miedo más aterrador. 

¿Por qué la violencia sobre la mujer es un genocidio normalizado? Porque, a lo largo de la historia de la Humanidad, las mujeres han sido víctimas de algunas de las mayores atrocidades que han podido cometerse como es arrancar del vientre de mujeres embarazadas a sus hijas e hijos aún por nacer; como es atravesaras el vientre desde la vagina para impedir que puedan tener hijos como así sucedía en algunas regiones de Guatemala; como es apalear a las mujeres hasta la muerte solo por el hecho de enamorarse de un hombre casado; como es obligarlas a abortar para salvaguardar la “honra” de la familia y hacerlo en lugares clandestinos donde muchas pierden la vida; como es el ser usadas como mercancía y ser vendidas como esclavas sexuales o para el servicio doméstico hasta la extenuación hasta que su amo decide venderlas, regalarlas o hacerlas desaparecer; o como es abandonarlas o acabar con su vida nada más nacer porque el simple nacimiento de una niña se considera un problema o, incluso, una maldición. Por todo esto, es por lo que puede afirmarse que las mujeres han sido las grandes víctimas olvidadas del que, probablemente, y dado que no es posible cuantificar el número de mujeres que han podido ser asesinadas en todo el mundo por el mero hecho de haber nacido mujer, sea el genocidio más numeroso y de mayor duración de toda la historia de la Humanidad. 

Hemos de ser conscientes de que, justo en estos momentos, miles de mujeres en todo el mundo están sufriendo esta clase de violencia, este tipo de terrorismo, esta forma forma de delito de odio y esta figura de genocidio oculto. Todo ello empezando a través del miedo, un miedo acompañado de dolor que causa la violencia de los golpes y las heridas y al que hay que sumar el sufrimiento desmedido cuya angustia y desesperación las hace sumirse en una nube de oscuridad de que la que creen que es imposible salir. De ahí que sea tan importante que exigir a todas las Administraciones todos los esfuerzos y recursos que sean necesarias para acabar con este cáncer que existe en nuestra sociedad. Debemos defender los Derechos de la Mujer porque son Derechos Humanos, muy especialmente ahora que están siendo cuestionados por quienes, desde de forma totalmente irracional, repulsiva y cobarde, se atreven a cuestionar todos los derechos conquistados en favor de la mujer, su libertad y su dignidad inviolable como ser humano.

Si realmente nos consideraos una sociedad plural, libre, justa, democrática y avanzada no podemos permanecer impasibles ni consentir que haya pasos hacia atrás. Hemos de hacerlo por todas aquellas mujeres que buscan escapar desesperadamente del miedo, del dolor y de amenaza. También por todas aquellas mujeres que no pudieron escapar de la muerte a manos de quienes les decían “te quiero” cuando, en realidad, solo las veían como un mero objeto. Y, por supuesto, debemos hacerlo por todas las mujeres del mañana para que puedan vivir libres y sin miedo en un mundo sin violencia; en un mundo en donde las listas de mujeres asesinadas sean solo un triste recuerdo; en un mundo donde el ser mujer no lleve aparejado el peligro de ser acosada, discriminada, golpeada, vejada y violada por el mero hecho de haber nacido mujer; y, en definitiva, por un mundo libre de este cruel delito de odio, de este terrorismo machista, torturador y genocida que es la violencia sobre las mujeres y sobre sus hijas e hijos. 

No quisiera terminar sin antes añadir una última cosa. Algo que quiero decirte a ti, sólo a ti. 

Sé que tienes miedo, sé que piensa que esta pesadilla nunca acabara, que no hay forma de salir de ella. Pero sí se puede. Te ofrezco mi mano, todas mis fuerzas si las necesitas, para encontrar una salido juntos y escapar de la oscuridad que te rodea. No estás sola y, por supuesto, tú no tienes culpa de nada. Piensa que, cada día, somos más quienes estamos dispuestos a ayudarte a dar el paso, a hacerlo posible, a romper con el dolor y el sufrimiento para puedas volver a ser tú misma, para que seas LIBRE y para que vuelvas a sentir lo bello que es ser FELIZ. 

No tengas miedo, daremos el paso juntos. 

Te lo prometo. 

🇬🇧️ENGLISH🇬🇧️

WE WILL TAKE THE STEP TOGETHER. 

As every 25th November, today we join our voices to cry out against a social scourge that is still standardised in many parts of the world. This year is particularly special as it marks the 60th anniversary of the brutal murder of the Mirabal sisters: Patria, Minerva and Maria Teresa, «The Butterflies». 

Unfortunately, there are now thousands of women who, every day, suffer violence in their homes at the hands of their abuser. A violence of which their daughters and sons are also victims. Without a doubt, we are facing a situation that contaminates our society and we must fight with all the strength and determination that society as a whole is capable of. 

But what is violence against women? According to Article 1 of the Declaration on the Elimination of Violence against Women of 1993, it is «any act of gender-based violence that results in, or is likely to result in, physical, sexual or psychological harm or suffering to women, including threats of such acts, coercion or arbitrary deprivation of liberty, whether occurring in public or in private life». For its part, the Council of Europe Convention on Preventing and Combating violence against women and domestic violence, better known as the Istanbul Convention, defines violence against women as «a violation of human rights and a form of discrimination against women, and shall mean all acts of gender-based violence which involve or are likely to involve physical, sexual, psychological or economic harm or suffering to women, including threats of such acts, coercion or arbitrary deprivation of liberty, whether occurring in public or private life»

It must be said clearly, without fear and regardless of criticism from those who do not believe in equality as a guiding principle of any democratic society: Violence against women is a hate crime, an act of terrorism, an act of torture and a genocide that has been standardised throughout history. 

Why is it a hate crime? Very easily, because violence against women is a clear violation of human rights just as are attacks on migrants and refugees, people with disabilities, people of a different religion, the homeless or the LGBTIQ+ collective. Yes, that’s right, violence is a hate crime because, for centuries, the domination of women by men has meant a host of inequalities still suffered by millions of women around the world which, for generations, has been accepted and normalised until just a few decades ago.

In many parts of the world, there are hardly any laws to protect the victims and the perpetrators continue to act with total impunity, to which must be added the complicit silence of the family environment. As a result, women live daily with the sense of shame and stigma for having been victims of a violation of their dignity as a person and of their most basic human rights. 

Violence against women takes many forms, both physical and psychological. In addition to daily physical and emotional abuse, they suffer sexual violence from their abuser when they are forced to have sex against their will, which sometimes goes beyond the limits of the most extreme cruelty. Nor should we forget situations of sexual harassment at work or in public spaces, nor, of course, the aberration of human trafficking for the purposes of slavery and sexual exploitation, female genital mutilation and arranged marriages of women and girls to men who are sometimes five times their age. 

The data are clear: One third of women worldwide have suffered physical or sexual violence from their partners or ex-partners; almost 50% of women who are married or living with their partners do not engage in sexual relations against their will; more than 750 million women, almost 10% of the world’s population, have been married before the age of 18; 200 million women have undergone female genital mutilation; and 70% of trafficking victims are women and girls (3 out of 4 for sexual exploitation). 

With all that has been said so far, it must be reaffirmed that violence against women is a hate crime. It is a hate crime because it involves a multiple systematic violation of women’s human rights, with an absolute desire for submission and simply because they are women. All of this has physical and emotional consequences that will accompany the victims for the rest of their lives as their inviolable dignity and freedom as human beings are taken away. No human being can be subdued and reified as if he were a mere object, as if he were a servant or slave of his master or lord. No, woman is not a property, she is not an object that can be used at the whim of a man or treated for the sole purpose of feeling pleasure. 

Sadly, the situation of the Covid-19 will mean that many women will see their freedom and their possibilities of accessing such basic rights as access to education or the labour market seriously compromised, preventing them from developing their full personal, academic and professional potential. The current situation will undoubtedly affect millions of women throughout the world who are particularly vulnerable because they are minors; because they live in areas of humanitarian crisis where rights simply do not exist; because of their advanced age; because of their orientation, sexual identity or gender expression; because they are migrant or refugee women fleeing from hunger or war; because they belong to despised minorities who see the land of their ancestors taken away from them; because they have some kind of functional, sensory or intellectual diversity that causes them to be rejected by their environment and families because they are not «fit» to work or have children; or simply because they have some kind of disease that, although curable or treatable, causes them a double social and personal death. 

Why is violence against women an act of torture? Because there is no worse death than that which involves the violation of all the most basic rights and an assault on the inviolable dignity of every human being. It is true, if there is one human right that is truly absolute, it is the right not to be tortured, and to all intents and purposes, violence against women is an act of torture that violates the dignity and rights of women who suffer it as well as their children. 

Why is violence against women an act of terrorism? Because if we go to the dictionary and look up the word «terrorism», we find that a first definition is «domination by terror». As a second definition, we find that it is defined as «a succession of acts of violence carried out to instil terror». Similarly, if we look up what is meant by «terror», we find that its first definition is «very intense fear». Therefore, since violence against women involves a series of acts to «dominate» and subdue women through «acts of violence» that instil «terror», we can define violence against women as «terrorism». A terrorism infused by its abuser through physical and psychological violence based on the subjugation by force, on the absolute control of women and on instilling the most terrifying fear. 

Why is violence against women a standardised genocide? Because, throughout the history of mankind, women have been victims of some of the greatest atrocities that have been committed, such as the removal of unborn children from the wombs of pregnant women; the piercing of the womb from the vagina to prevent them from having children, as was the case in some regions of Guatemala; the beating of women to death just for falling in love with a married man; what it is like to force them to have an abortion in order to safeguard the «honour» of the family and to do so in clandestine places where many lose their lives; what it is like to be used as a commodity and sold as sex slaves or for domestic service until their master decides to sell them, give them away or make them disappear; or what it is like to abandon them or end their life as soon as they are born because the simple birth of a child is considered a problem or even a curse. For all these reasons, it can be said that women have been the great forgotten victims of what is probably, and given that it is not possible to quantify the number of women who have been able to be murdered throughout the world simply because they were born female, the most numerous and longest lasting genocide in the history of Humanity. 

We have to be aware that, right now, thousands of women all over the world are suffering from this kind of violence, this kind of terrorism, this form of hate crime and this figure of hidden genocide. All of this begins with fear, a fear accompanied by pain that causes the violence of beatings and wounds and to which must be added the excessive suffering whose anguish and desperation makes them sink into a cloud of darkness from which they believe it is impossible to escape. That is why it is so important to demand from all administrations all the efforts and resources that are necessary to put an end to this cancer that exists in our society. We must defend Women’s Rights because they are Human Rights, especially now that they are being questioned by those who, in a totally irrational, repulsive and cowardly way, dare to question all the rights won in favour of women, their freedom and their inviolable dignity as human beings.

If we really consider ourselves to be a pluralistic, free, just, democratic and advanced society, we cannot remain impassive or allow steps to be taken backwards. We must do this for all those women who desperately seek to escape from fear, pain and threat. We must also do it for all those women who could not escape death at the hands of those who said «I love you» when, in reality, they only saw them as a mere object. And, of course, we must do it for all the women of tomorrow so that they can live free and without fear in a world without violence; in a world where lists of murdered women are just a sad memory; in a world where being a woman does not mean being harassed, discriminated against, beaten, humiliated and raped just because you were born a woman; and, in short, for a world free from this cruel crime of hate, from this macho, torturing and genocidal terrorism that is violence against women and their daughters and sons. 

I do not wish to finish without adding one last thing. Something I want to say to you, only to you. 

I know you are afraid, I know you think this nightmare will never end, that there is no way out of it. But there is. I offer you my hand, all my strength if you need it, to find a way out together and escape from the darkness that surrounds you. You are not alone and, of course, you are not to blame for anything. Think that, every day, there are more of us who are willing to help you take the step, to make it possible, to break through the pain and suffering so you can be yourself again, so you can be FREE and feel again how beautiful it is to be HAPPY. 

Don’t be afraid, we will take the step together. 

I promise you that. 

🇮🇹ITALIANO🇮🇹

FAREMO IL PASSO INSIEME. 

Come ogni 25 novembre, oggi ci uniamo alle nostre voci per gridare contro una piaga sociale ancora normalizzata in molte parti del mondo. Quest’anno è particolarmente speciale perché segna il sessantesimo anniversario del brutale assassinio delle sorelle Mirabal: Patria, Minerva e Maria Teresa, «Le farfalle». 

Purtroppo, ora ci sono migliaia di donne che subiscono violenza nelle loro case ogni giorno per mano dei loro maltrattatori. Una violenza di cui sono vittime anche le loro figlie e i loro figli. Senza dubbio, ci troviamo di fronte a una situazione che contamina la nostra società e dobbiamo combatterla con tutta la forza e la determinazione di cui la società nel suo insieme è capace. 

Ma cos’è la violenza contro le donne? Secondo l’articolo 1 della Dichiarazione sull’eliminazione della violenza contro le donne del 1993, è «ogni atto di violenza fondata sul genere che abbia come risultato, o che possa probabilmente avere come risultato, un danno o una sofferenza fisica, sessuale o psicologica per le donne, incluse le minacce di tali atti, la coercizione o la privazione arbitraria della libertà, che avvenga nella vita pubblica o privata».D’altra parte, la Convenzione del Consiglio d’Europa sulla prevenzione e la lotta contro la violenza contro le donne nei confronti delle donne e la violenza domestica, meglio nota come Convenzione di Istanbul, definisce la violenza contro le donne come «una violazione dei diritti umani e una forma di discriminazione contro le donne, comprendente tutti gli atti di violenza fondati sul genere che provocano o sono suscettibili di provocare danni o sofferenze di natura fisica, sessuale, psicologica o economica, comprese le minacce di compiere tali atti, la coercizione o la privazione arbitraria della libertà, sia nella vita pubblica, che nella vita privata»

Va detto chiaramente, senza timore e a prescindere dalle critiche di chi non crede nell’uguaglianza come principio guida di qualsiasi società democratica: la violenza contro le donne è un crimine d’odio, un atto di terrorismo, un atto di tortura e un genocidio che è stato standardizzato nel corso della storia.

Perché è un crimine d’odio? Molto facilmente, perché la violenza contro le donne è una chiara violazione dei diritti umani, così come lo sono gli attacchi contro migranti e rifugiati, le persone con disabilità, le persone di una religione diversa, i senzatetto o il collettivo LGBTIQ+. Sì, è vero, la violenza è un crimine d’odio perché, per secoli, il dominio delle donne da parte degli uomini è stato una fonte di disuguaglianza che ancora oggi soffre milioni di donne in tutto il mondo e che, per generazioni, è stata accettata e normalizzata fino a pochissimo tempo fa.

In molte parti del mondo non ci sono quasi leggi per proteggere le vittime e i colpevoli continuano ad agire nella più totale impunità, a cui si aggiunge il silenzio complice dell’ambiente familiare. Di conseguenza, le donne vivono ogni giorno con il sentimento di vergogna e di stigmatizzazione per essere state vittime di una violazione della loro dignità di persona e dei loro più elementari diritti umani. 

La violenza contro le donne assume molte forme, sia fisiche che psicologiche. Oltre all’abuso fisico ed emotivo quotidiano, subiscono violenza sessuale da parte di chi abusa di loro quando sono costretti ad avere rapporti sessuali contro la loro volontà, che a volte vanno oltre i limiti della crudeltà più estrema. Né dobbiamo dimenticare le situazioni di molestie sessuali sul lavoro o negli spazi pubblici, né, naturalmente, l’aberrazione della tratta di esseri umani a fini di schiavitù e sfruttamento sessuale, le mutilazioni genitali femminili e i matrimoni combinati di donne e ragazze con uomini che a volte hanno cinque volte la loro età.

I dati sono chiari: un terzo delle donne in tutto il mondo ha subito violenze fisiche o sessuali da parte dei suoi partner o ex partner; quasi il 50% delle donne che sono sposate o vivono con il partner non fanno sesso contro la loro volontà; più di 750 milioni di donne, quasi il 10% della popolazione mondiale, sono state sposate prima dei 18 anni; 200 milioni di donne hanno subito mutilazioni genitali femminili; il 70% delle vittime della tratta sono donne e ragazze (3 su 4 per sfruttamento sessuale). 

Con tutto quello che è stato detto finora, è necessario riaffermare che la violenza contro le donne è un crimine d’odio. È un crimine d’odio perché comporta una violazione sistematica e multipla dei diritti umani delle donne, con un desiderio assoluto di sottomissione e semplicemente perché sono donne. Tutto questo ha conseguenze fisiche ed emotive che accompagneranno le vittime per il resto della loro vita, poiché la loro dignità inviolabile e la loro libertà come esseri umani vengono portate via. Nessun essere umano può essere sottomesso e oggettivato come se fosse un semplice oggetto, come se fosse un servo o uno schiavo del suo padrone o del suo signore. No, la donna non è una proprietà, non è un oggetto che può essere usato per il capriccio di un uomo o trattato al solo scopo di provare piacere. 

Purtroppo, la situazione di Covid-19, significherà che molte donne vedranno seriamente compromessa la loro libertà e le loro possibilità di accedere a diritti fondamentali come l’accesso all’istruzione o al mercato del lavoro, impedendo loro di sviluppare appieno il loro potenziale personale, accademico e professionale. La situazione attuale colpirà senza dubbio milioni di donne in tutto il mondo che sono particolarmente vulnerabili perché sono minorenni; perché vivono in zone di crisi umanitaria dove i diritti semplicemente non esistono; a causa della loro età avanzata; a causa del loro orientamento, della loro identità sessuale o della loro espressione di genere; perché sono donne migranti o rifugiate in fuga dalla fame o dalla guerra; perché appartengono a minoranze disprezzate che vedono sottratta loro la terra dei loro antenati; perché hanno una qualche diversità funzionale, sensoriale o intellettuale che li porta a essere rifiutati dal loro ambiente e dalle loro famiglie perché non sono «adatti» a lavorare o ad avere figli; o semplicemente perché hanno una qualche malattia che, sebbene curabile o curabile, causa loro una doppia morte sociale e personale.

Perché la violenza contro le donne è un atto di tortura? Perché non c’è morte peggiore di quella che comporta la violazione di tutti i diritti più elementari e l’assalto alla dignità inviolabile di ogni essere umano. È vero, se c’è un diritto umano che è veramente assoluto, è il diritto a non essere torturata e, a tutti gli effetti, la violenza contro le donne è un atto di tortura che viola la dignità e i diritti delle donne che la subiscono e dei loro figli. 

Perché la violenza contro le donne è un atto di terrorismo? Perché se andiamo sul dizionario e cerchiamo la parola «terrorismo», troviamo che una prima definizione è «dominazione del terrore». Come seconda definizione, troviamo che è definita come «una successione di atti di violenza compiuti per incutere terrore». Allo stesso modo, se guardiamo a cosa si intende per «terrore», troviamo che la sua prima definizione è «paura molto intensa». Pertanto, poiché la violenza contro le donne comporta una serie di atti per «dominare» e sottomettere le donne attraverso «atti di violenza» che infondono «terrore», possiamo definire la violenza contro le donne come «terrorismo». Un terrorismo infuso dal suo abusatore attraverso la violenza fisica e psicologica basata sull’asservimento con la forza, sul controllo assoluto delle donne e sull’incutere la paura più terrificante. 

Perché la violenza contro le donne è un genocidio normalizzato? Perché, nel corso della storia dell’umanità, le donne sono state vittime di alcune delle più grandi atrocità che si possano commettere, come lo strappare i loro figli non nati dal grembo di una donna incinta; cosa vuol dire trafiggere il grembo materno dalla vagina per impedire loro di avere figli, come è avvenuto in alcune regioni del Guatemala; cosa vuol dire picchiare a morte le donne solo per essersi innamorate di un uomo sposato; cosa significa costringerli ad abortire per salvaguardare «l’onore» della famiglia e farlo in luoghi clandestini dove molti perdono la vita; cosa significa essere usati come merce e venduti come schiavi sessuali o per il servizio domestico fino allo sfinimento fino a quando il loro padrone non decide di venderli, darli via o farli sparire; cosa significa abbandonarli o porre fine alla loro vita appena nati perché la semplice nascita di un bambino è considerata un problema o addirittura una maledizione. Per tutti questi motivi, si può dire che le donne sono state le grandi vittime dimenticate di quello che probabilmente è, e dato che non è possibile quantificare il numero di donne che hanno potuto essere uccise in tutto il mondo semplicemente perché sono nate femmine, il genocidio più numeroso e duraturo nella storia dell’Umanità. 

Dobbiamo essere consapevoli che, in questo momento, migliaia di donne in tutto il mondo soffrono di questo tipo di violenza, di questo tipo di terrorismo, di questa forma di crimine d’odio e di questa forma nascosta di genocidio. Tutto questo inizia con la paura, una paura accompagnata dal dolore che provoca la violenza delle percosse e delle ferite e alla quale bisogna aggiungere l’eccessiva sofferenza la cui angoscia e disperazione li fa sprofondare in una nuvola di oscurità da cui credono sia impossibile fuggire. Ecco perché è così importante chiedere a tutte le amministrazioni tutti gli sforzi e le risorse necessarie per porre fine a questo cancro che esiste nella nostra società. Dobbiamo difendere i diritti delle donne perché sono diritti umani, soprattutto ora che sono messi in discussione da coloro che, in modo del tutto irrazionale, ripugnante e vile, osano mettere in discussione tutti i diritti conquistati a favore delle donne, la loro libertà e la loro inviolabile dignità di esseri umani.

Se ci consideriamo davvero una società pluralista, libera, giusta, democratica e avanzata, non possiamo rimanere impassibili o permettere che si facciano passi indietro. Dobbiamo farlo per tutte quelle donne che cercano disperatamente di sfuggire alla paura, al dolore e alla minaccia. Dobbiamo farlo anche per tutte quelle donne che non potevano sfuggire alla morte per mano di chi diceva loro «ti amo» quando, in realtà, le vedevano solo come semplici oggetti. E, naturalmente, dobbiamo farlo per tutte le donne di domani perché possano vivere libere e senza paura in un mondo senza violenza; in un mondo in cui le liste delle donne assassinate sono solo un triste ricordo; in un mondo in cui essere donna non significa essere molestata, discriminata, picchiata, umiliata e violentata solo perché sei nata donna; e, insomma, per un mondo libero da questo crudele crimine d’odio, da questo terrorismo maschilista, torturato e genocida che è violenza contro le donne e i loro figli. 

Non voglio finire senza aggiungere un’ultima cosa. C’è qualcosa che voglio dire a te, solo a te. 

So che hai paura, so che pensi che questo incubo non finirà mai, che non c’è via d’uscita. Ma c’è. Vi offro la mia mano, tutta la mia forza se ne avete bisogno, per trovare insieme una via d’uscita e fuggire dall’oscurità che vi circonda. Non sei solo e, naturalmente, non sei da biasimare per niente. Pensate che, ogni giorno, siamo sempre più numerosi ad aiutarvi a fare il passo, a rendere possibile, a rompere il dolore e la sofferenza per poter essere di nuovo voi stessi, per poter essere LIBERI e sentire di nuovo quanto sia bello essere FELICE. 

Non abbiate paura, faremo il passo insieme. 

Te lo prometto. 

🇫🇷️FRANÇAIS🇫🇷️

NOUS FERONS LE PAS ENSEMBLE. 

Comme chaque 25 novembre, nous joignons aujourd’hui nos voix pour crier contre un fléau social qui est encore normalisé dans de nombreuses régions du monde. Cette année est particulièrement spéciale puisqu’elle marque le 60ème anniversaire du meurtre brutal des sœurs Mirabal : Patria, Minerva et Maria Teresa, «Les Papillons». 

Malheureusement, des milliers de femmes subissent aujourd’hui chaque jour des violences dans leur foyer de la part de leur agresseur. Une violence dont leurs filles et leurs fils sont également victimes. Il ne fait aucun doute que nous sommes confrontés à une situation qui contamine notre société et nous devons la combattre avec toute la force et la détermination dont la société dans son ensemble est capable. 

Mais qu’est-ce que la violence à l’égard des femmes ? Selon l’article 1 de la Déclaration sur l’élimination de la violence à l’égard des femmes de 1993, il s’agit de «tous actes de violence dirigés contre le sexe féminin, et causant ou pouvant causer aux femmes un préjudice ou des souffrances physiques, sexuelles ou psychologiques, y compris la menace de tels actes, la contrainte ou la privation arbitraire de liberté, que ce soit dans la vie publique ou dans la vie privée». La Convention du Conseil de l’Europe sur la prévention et la lutte contre la violence à l’égard des femmes et la violence domestique, mieux connue sous le nom de Convention d’Istanbul, définit la violence à l’égard des femmes comme «une violation des droits de l’homme et une forme de discrimination à l’égard des femmes, et désigne tous les actes de violence fondés sur le genre qui entraînent, ou sont susceptibles d’entraîner pour les femmes, des dommages ou souffrances de nature physique, sexuelle, psychologique ou économique, y compris la menace de se livrer à de tels actes, la contrainte ou la privation arbitraire de liberté, que ce soit dans la vie publique ou privée»

Il faut le dire clairement, sans crainte et sans tenir compte des critiques de ceux qui ne croient pas en l’égalité comme principe directeur de toute société démocratique : la violence contre les femmes est un crime de haine, un acte de terrorisme, un acte de torture et un génocide qui a été normalisé tout au long de l’histoire. 

Pourquoi s’agit-il d’un crime de haine ? Très facilement, car la violence à l’égard des femmes est une violation manifeste des droits de l’homme, tout comme les attaques contre les migrants et les réfugiés, les personnes handicapées, les personnes d’une autre religion, les sans-abri ou le collectif LGBTIQ+. Oui, c’est vrai, la violence est un crime de haine car, pendant des siècles, la domination des femmes par les hommes a été une source d’inégalité dont souffrent encore des millions de femmes dans le monde et qui, pendant des générations, a été acceptée et normalisée jusqu’à très récemment.

Dans de nombreuses régions du monde, il n’existe pratiquement aucune loi pour protéger les victimes et les auteurs continuent d’agir en toute impunité, à quoi il faut ajouter le silence complice du milieu familial. En conséquence, les femmes vivent quotidiennement avec le sentiment de honte et de stigmatisation d’avoir été victimes d’une violation de leur dignité en tant que personne et de leurs droits humains les plus fondamentaux. 

La violence à l’égard des femmes prend de nombreuses formes, tant physiques que psychologiques. En plus des sévices physiques et psychologiques quotidiens, elles subissent des violences sexuelles de la part de leur agresseur lorsqu’elles sont contraintes d’avoir des relations sexuelles contre leur gré, qui dépassent parfois les limites de la cruauté la plus extrême. Nous ne devons pas non plus oublier les situations de harcèlement sexuel au travail ou dans les espaces publics, ni, bien sûr, l’aberration de la traite des êtres humains à des fins d’esclavage et d’exploitation sexuelle, les mutilations génitales féminines et les mariages arrangés de femmes et de filles avec des hommes qui ont parfois cinq fois leur âge. 

Les données sont claires : un tiers des femmes du monde ont subi des violences physiques ou sexuelles de la part de leur partenaire ou ex-partenaire ; près de 50 % des femmes mariées ou vivant avec leur partenaire n’ont pas de relations sexuelles contre leur gré ; plus de 750 millions de femmes, soit près de 10 % de la population mondiale, ont été mariées avant l’âge de 18 ans ; 200 millions de femmes ont subi des mutilations génitales féminines ; et 70 % des victimes de la traite sont des femmes et des filles (3 sur 4 pour l’exploitation sexuelle). 

Avec tout ce qui a été dit jusqu’à présent, il est nécessaire de réaffirmer que la violence contre les femmes est un crime de haine. Il s’agit d’un crime de haine parce qu’il implique une violation systématique et multiple des droits humains des femmes, avec un désir absolu de soumission et simplement parce qu’elles sont des femmes. Tout cela a des conséquences physiques et émotionnelles qui accompagneront les victimes pour le reste de leur vie, car leur dignité et leur liberté inviolables d’êtres humains leur sont enlevées. Aucun être humain ne peut être soumis et objectivé comme s’il était un simple objet, comme s’il était un serviteur ou un esclave de son maître ou de son seigneur. Non, la femme n’est pas une propriété, elle n’est pas un objet qui peut être utilisé au gré d’un homme ou traité dans le seul but de ressentir du plaisir. 

Malheureusement, la situation de Covid-19, va signifier que de nombreuses femmes vont voir leur liberté et leurs possibilités d’accès à des droits aussi fondamentaux que l’accès à l’éducation ou au marché du travail sérieusement compromises, les empêchant de développer pleinement leur potentiel personnel, académique et professionnel. La situation actuelle affectera sans aucun doute des millions de femmes dans le monde entier qui sont particulièrement vulnérables parce qu’elles sont mineures ; parce qu’elles vivent dans des zones de crise humanitaire où les droits n’existent tout simplement pas ; en raison de leur âge avancé ; en raison de leur orientation, de leur identité sexuelle ou de l’expression de leur genre ; parce que ce sont des femmes migrantes ou réfugiées fuyant la faim ou la guerre ; parce qu’ils appartiennent à des minorités méprisées qui voient la terre de leurs ancêtres leur être enlevée ; parce qu’ils présentent une sorte de diversité fonctionnelle, sensorielle ou intellectuelle qui fait qu’ils sont rejetés par leur environnement et leur famille parce qu’ils ne sont pas «aptes» à travailler ou à avoir des enfants ; ou simplement parce qu’ils souffrent d’une sorte de maladie qui, bien que guérissable ou traitable, leur cause une double mort sociale et personnelle. 

Pourquoi la violence contre les femmes est-elle un acte de torture ? Car il n’y a pas de mort pire que celle qui implique la violation de tous les droits les plus fondamentaux et une atteinte à la dignité inviolable de chaque être humain. Il est vrai que s’il est un droit humain qui est vraiment absolu, c’est le droit de ne pas être torturé et, à toutes fins utiles, la violence contre les femmes est un acte de torture qui viole la dignité et les droits des femmes qui la subissent ainsi que de leurs enfants. 

Pourquoi la violence contre les femmes est-elle un acte de terrorisme ? Car si nous allons dans le dictionnaire et que nous cherchons le mot «terrorisme», nous constatons qu’une première définition est «domination par la terreur». La deuxième définition est la suivante : «une succession d’actes de violence perpétrés dans le but d’inspirer la terreur». De même, si nous cherchons ce que l’on entend par «terreur», nous constatons que sa première définition est «une peur très intense». Par conséquent, puisque la violence à l’égard des femmes implique une série d’actes visant à «dominer» et à soumettre les femmes par des «actes de violence» qui instillent la «terreur», nous pouvons définir la violence à l’égard des femmes comme du «terrorisme». Un terrorisme infusé par son agresseur par le biais d’une violence physique et psychologique basée sur la soumission par la force, sur le contrôle absolu des femmes et sur l’instillation de la peur la plus terrifiante. 

Pourquoi la violence contre les femmes est-elle un génocide normalisé ? Parce que, tout au long de l’histoire de l’humanité, les femmes ont été victimes de certaines des plus grandes atrocités qui puissent être commises, comme arracher leurs enfants à naître du ventre des femmes enceintes ; ce que c’est que de percer l’utérus du vagin pour les empêcher d’avoir des enfants, comme c’était le cas dans certaines régions du Guatemala ; ce que c’est que de battre à mort des femmes juste pour être tombées amoureuses d’un homme marié ; ce que c’est que de les forcer à avorter pour sauvegarder «l’honneur» de la famille et de le faire dans des lieux clandestins où beaucoup perdent la vie ; ce que c’est que d’être utilisées comme une marchandise et vendues comme esclaves sexuelles ou pour le service domestique jusqu’à épuisement jusqu’à ce que leur maître décide de les vendre, de les donner ou de les faire disparaître ; ou ce que c’est que de les abandonner ou de mettre fin à leur vie dès leur naissance parce que la simple naissance d’un enfant est considérée comme un problème ou même une malédiction. Pour toutes ces raisons, on peut dire que les femmes ont été les grandes victimes oubliées de ce qui est probablement, et étant donné qu’il n’est pas possible de quantifier le nombre de femmes qui ont pu être tuées dans le monde entier simplement parce qu’elles sont nées de sexe féminin, le génocide le plus nombreux et le plus durable de l’histoire de l’humanité. 

Nous devons être conscients qu’en ce moment même, des milliers de femmes dans le monde entier souffrent de ce type de violence, de ce type de terrorisme, de cette forme de crime haineux et de cette forme cachée de génocide. Tout cela commence par la peur, une peur accompagnée de la douleur qui provoque la violence des coups et des blessures et à laquelle il faut ajouter la souffrance excessive dont l’angoisse et le désespoir les font plonger dans un nuage d’obscurité dont ils croient qu’il est impossible de s’échapper. C’est pourquoi il est si important d’exiger de toutes les administrations tous les efforts et les ressources nécessaires pour mettre fin à ce cancer qui existe dans notre société. Nous devons défendre les droits des femmes parce que ce sont des droits humains, surtout maintenant qu’ils sont remis en question par ceux qui, de manière totalement irrationnelle, répugnante et lâche, osent remettre en question tous les droits acquis en faveur des femmes, leur liberté et leur dignité inviolable en tant qu’êtres humains.

Si nous nous considérons vraiment comme une société pluraliste, libre, juste, démocratique et avancée, nous ne pouvons pas rester impassibles ou permettre que des pas en arrière soient faits. Nous devons le faire pour toutes ces femmes qui cherchent désespérément à échapper à la peur, à la douleur et à la menace. Nous devons également le faire pour toutes ces femmes qui n’ont pas pu échapper à la mort aux mains de ceux qui leur disaient «Je t’aime» alors qu’en réalité, ils ne les voyaient que comme de simples objets. Et, bien sûr, nous devons le faire pour toutes les femmes de demain afin qu’elles puissent vivre libres et sans peur dans un monde sans violence ; dans un monde où les listes de femmes assassinées ne sont qu’un triste souvenir ; dans un monde où être une femme ne signifie pas être harcelée, discriminée, battue, humiliée et violée simplement parce que vous êtes née femme ; et, en bref, pour un monde libéré de ce crime cruel de haine, de ce terrorisme macho, tortionnaire et génocidaire qu’est la violence contre les femmes et leurs enfants. 

Je ne veux pas terminer sans ajouter une dernière chose. J’ai quelque chose à vous dire, juste à vous. 

Je sais que vous avez peur, je sais que vous pensez que ce cauchemar ne finira jamais, qu’il n’y a pas moyen d’en sortir. Mais c’est le cas. Je vous offre ma main, toute ma force si vous en avez besoin, pour trouver ensemble une issue et échapper à l’obscurité qui vous entoure. Vous n’êtes pas seul et, bien sûr, vous n’êtes pas à blâmer pour quoi que ce soit. Pensez que, chaque jour, nous sommes plus nombreux à vouloir vous aider à franchir le pas, à rendre possible, à briser la douleur et la souffrance pour que vous puissiez être à nouveau vous-même, pour que vous puissiez être LIBRE et sentir à nouveau combien il est beau d’être HEUREUX. 

N’ayez pas peur, nous ferons le pas ensemble. 

Je vous le promets. 

🇵🇹PORTUGUÊS🇵🇹

VAMOS DAR O PASSO JUNTOS

Como todos os 25 de Novembro, hoje unimos as nossas vozes para gritar contra um flagelo social que ainda se encontra normalizado em muitas partes do mundo. Este ano é particularmente especial, pois assinala o 60º aniversário do brutal assassinato das irmãs Mirabal: Patria, Minerva e Maria Teresa, «The Butterflies». 

Infelizmente, há agora milhares de mulheres que sofrem violência nas suas casas todos os dias às mãos do seu agressor. Uma violência da qual as suas filhas e filhos são também vítimas. Sem dúvida, estamos perante uma situação que contamina a nossa sociedade e devemos combatê-la com toda a força e determinação de que a sociedade no seu conjunto é capaz. 

Mas o que é a violência contra as mulheres? De acordo com o Artigo 1 da Declaração sobre a Eliminação da Violência contra as Mulheres de 1993, é «qualquer ato de violência baseado no género do qual resulte, ou possa resultar, dano ou sofrimento físico, sexual ou psicológico para as mulheres, incluindo as ameaças de tais atos, a coação ou a privação arbitrária de liberdade, que ocorra, quer na vida pública, quer na vida privada.» A Convenção do Conselho da Europa para a Prevenção e o Combate à Violência Contra as Mulheres e a Violência Doméstica, mais conhecida como Convenção de Istambul, define a violência contra as mulheres como «uma violação dos direitos humanos e como uma forma de discriminação contra as mulheres e significa todos os actos de violência baseada no género que resultem, ou sejam passíveis de resultar, em danos ou sofrimento de natureza física, sexual, psicológica ou económica para as mulheres, incluindo a ameaça do cometimento de tais actos, a coerção ou a privação arbitrária da liberdade, quer na vida pública quer na vida privada».

Deve ser dito claramente, sem medo e independentemente das críticas daqueles que não acreditam na igualdade como princípio orientador de qualquer sociedade democrática: a violência contra as mulheres é um crime de ódio, um acto de terrorismo, um acto de tortura e um genocídio que tem sido padronizado ao longo da história. 

Porque é que é um crime de ódio? Muito facilmente, porque a violência contra as mulheres é uma clara violação dos direitos humanos, tal como os ataques contra migrantes e refugiados, contra pessoas com deficiência, contra pessoas de uma religião diferente, contra os sem-abrigo ou contra o colectivo LGBTIQ+. Sim, isso é verdade, a violência é um crime de ódio porque, durante séculos, o domínio das mulheres pelos homens tem sido uma fonte de desigualdade que ainda é sofrida por milhões de mulheres em todo o mundo e que, durante gerações, tem sido aceite e normalizada até muito recentemente.

Em muitas partes do mundo, quase não existem leis para proteger as vítimas e os perpetradores continuam a agir com total impunidade, ao que se deve acrescentar o silêncio cúmplice do ambiente familiar. Como resultado, as mulheres vivem diariamente com o sentimento de vergonha e estigma por terem sido vítimas de uma violação da sua dignidade como pessoa e dos seus direitos humanos mais básicos. 

A violência contra as mulheres assume muitas formas, tanto físicas como psicológicas. Para além do abuso físico e emocional diário, sofrem violência sexual por parte do seu agressor quando são obrigados a ter relações sexuais contra a sua vontade, que por vezes ultrapassam os limites da mais extrema crueldade. Também não devemos esquecer situações de assédio sexual no trabalho ou em espaços públicos, nem, claro, a aberração do tráfico de seres humanos para fins de escravatura e exploração sexual, mutilação genital feminina e casamentos arranjados de mulheres e raparigas com homens que têm por vezes cinco vezes a sua idade. 

Os dados são claros: um terço das mulheres do mundo sofreu violência física ou sexual por parte dos seus parceiros ou ex-parceiros; quase 50% das mulheres que são casadas, ou vivem com os seus parceiros, não fazem sexo contra a sua vontade; mais de 750 milhões de mulheres, quase 10% da população mundial, foram casadas antes dos 18 anos de idade; 200 milhões de mulheres sofreram mutilação genital feminina; e 70% das vítimas de tráfico são mulheres e raparigas (3 em cada 4 para exploração sexual). 

Com tudo o que foi dito até agora, deve ser reafirmado que a violência contra as mulheres é um crime de ódio. É um crime de ódio porque envolve uma múltipla violação sistemática dos direitos humanos das mulheres, com um desejo absoluto de se submeterem e simplesmente porque são mulheres. Tudo isto tem consequências físicas e emocionais que acompanharão as vítimas para o resto das suas vidas, uma vez que a sua dignidade inviolável e a sua liberdade como seres humanos são tiradas. Nenhum ser humano pode ser subjugado e objectivado como se fosse um mero objecto, como se fosse um servo ou escravo do seu amo ou senhor. Não, a mulher não é uma propriedade, não é um objecto que possa ser usado por capricho de um homem ou tratado com o único objectivo de sentir prazer. 

Infelizmente, a situação do Covid-19, vai significar que muitas mulheres verão a sua liberdade e as suas possibilidades de acesso a direitos tão básicos como o acesso à educação ou ao mercado de trabalho seriamente comprometidos, impedindo-as de desenvolverem todo o seu potencial pessoal, académico e profissional. A situação actual irá sem dúvida afectar milhões de mulheres em todo o mundo que são particularmente vulneráveis porque são menores; porque vivem em zonas de crise humanitária onde os direitos simplesmente não existem; devido à sua idade avançada; devido à sua orientação, identidade sexual ou expressão de género; porque são mulheres migrantes ou refugiadas que fogem da fome ou da guerra; porque pertencem às minorias desprezadas que vêem a terra dos seus antepassados ser-lhes retirada; porque têm algum tipo de diversidade funcional, sensorial ou intelectual que os faz ser rejeitados pelo seu ambiente e famílias porque não estão «aptos» para trabalhar ou ter filhos; ou simplesmente porque têm algum tipo de doença que, embora curável ou tratável, lhes causa uma dupla morte social e pessoal. 

Porque é que a violência contra as mulheres é um acto de tortura? Porque não há pior morte do que aquela que envolve a violação de todos os direitos mais básicos e um atentado à dignidade inviolável de todo o ser humano. É verdade, se existe um direito humano que é verdadeiramente absoluto, é o direito de não ser torturado e, para todos os efeitos, a violência contra as mulheres é um acto de tortura que viola a dignidade e os direitos das mulheres que a sofrem, bem como dos seus filhos. 

Porque é que a violência contra as mulheres é um acto de terrorismo? Porque se formos ao dicionário e procurarmos a palavra «terrorismo», descobrimos que uma primeira definição é «dominação pelo terror». Como segunda definição, verificamos que é definida como «uma sucessão de actos de violência levados a cabo para incutir terror». Do mesmo modo, se olharmos para o que se entende por «terror», descobrimos que a sua primeira definição é «medo muito intenso». Portanto, uma vez que a violência contra as mulheres envolve uma série de actos para «dominar» e subjugar as mulheres através de «actos de violência» que incutem «terror», podemos definir a violência contra as mulheres como «terrorismo». Um terrorismo infundido pelo seu agressor através da violência física e psicológica baseada na subjugação pela força, no controlo absoluto das mulheres e na instilação do medo mais aterrador. 

Porque é que a violência contra as mulheres é um genocídio normalizado? Porque, ao longo da história da humanidade, as mulheres foram vítimas de algumas das maiores atrocidades que poderiam ser cometidas, tais como arrancar os seus filhos por nascer do útero de mulheres grávidas; como é furar o útero da vagina para as impedir de ter filhos, como foi o caso em algumas regiões da Guatemala; como é espancar mulheres até à morte só por se apaixonarem por um homem casado; o que é forçá-los a fazer um aborto para salvaguardar a «honra» da família e fazê-lo em lugares clandestinos onde muitos perdem a vida; o que é ser usado como mercadoria e vendido como escravo sexual ou para serviço doméstico até à exaustão, até que o seu dono decida vendê-los, entregá-los ou fazê-los desaparecer; ou o que é abandoná-los ou acabar com a sua vida assim que nascem porque o simples nascimento de uma criança é considerado um problema ou mesmo uma maldição. Por todas estas razões, pode-se dizer que as mulheres têm sido as grandes vítimas esquecidas do que é provavelmente, e dado que não é possível quantificar o número de mulheres que puderam ser mortas em todo o mundo simplesmente porque nasceram mulheres, o genocídio mais numeroso e mais duradouro da história da humanidade. 

Devemos estar conscientes de que, neste momento, milhares de mulheres em todo o mundo sofrem este tipo de violência, este tipo de terrorismo, esta forma de crime de ódio e esta forma oculta de genocídio. Tudo isto começa com o medo, um medo acompanhado de dor que provoca a violência de espancamentos e feridas e ao qual devemos acrescentar o sofrimento excessivo cuja angústia e desespero os faz afundar numa nuvem de escuridão da qual acreditam ser impossível escapar. É por isso que é tão importante exigir de todas as administrações todos os esforços e recursos necessários para acabar com este cancro que existe na nossa sociedade. Devemos defender os Direitos da Mulher porque são Direitos Humanos, especialmente agora que estão a ser questionados por aqueles que, de uma forma totalmente irracional, repulsiva e cobarde, ousam questionar todos os direitos conquistados em favor das mulheres, a sua liberdade e a sua dignidade inviolável como seres humanos.

Se realmente nos consideramos uma sociedade pluralista, livre, justa, democrática e avançada, não podemos permanecer impassíveis ou permitir que se dêem passos para trás. Devemos fazer isto para todas aquelas mulheres que procuram desesperadamente fugir do medo, da dor e da ameaça. Devemos também fazê-lo para todas aquelas mulheres que não conseguiram escapar à morte às mãos daqueles que lhes diziam «Amo-te» quando, na realidade, só as viam como meros objectos. E, claro, devemos fazê-lo por todas as mulheres de amanhã para que possam viver livres e sem medo num mundo sem violência; num mundo em que as listas de mulheres assassinadas são apenas uma triste memória; num mundo em que ser mulher não significa ser assediada, discriminada, espancada, humilhada e violada simplesmente porque nasceu mulher; e, em suma, por um mundo livre deste cruel crime de ódio, deste terrorismo machista, torturado e genocida que é violência contra as mulheres e os seus filhos. 

Não desejo terminar sem acrescentar uma última coisa. Algo que lhe quero dizer, apenas a si. 

Sei que tem medo, sei que pensa que este pesadelo nunca acabará, que não há saída para ele. Mas há. Ofereço-vos a minha mão, toda a minha força se precisarem, para encontrar uma saída juntos e escapar à escuridão que vos rodeia. Não está sozinho e, claro, não é o culpado de nada. Pense que, todos os dias, há mais de nós que estão dispostos a ajudá-lo a dar o passo, a torná-lo possível, a quebrar a dor e o sofrimento para que possa ser você mesmo novamente, para que possa ser LIVRE e sentir novamente como é belo ser FELIZ. 

Não tenha medo, vamos dar o passo juntos. 

Prometo-lhe. 

Gracias a su sonrisa

(Escrito en 🇪🇸️ – Written in 🇬🇧️ – Scritto in 🇮🇹 – Rédigé en 🇫🇷️ – Escrito em 🇵🇹)

🇪🇸️ESPAÑOL🇪🇸️

Hoy es un día de los más especiales. Hoy celebramos el Día Mundial de la Infancia y, por tanto, teniendo como referentes la Declaración de los Derechos del Niño y la Convención de los Derechos del Niño, hoy debemos dedicar este día a pensar en quienes serán protagonistas del futuro.

Cuando hablamos de los derechos de la infancia, pensamos en un conjunto de derechos destinados a proteger no solo la vida sino también para proteger el derecho a la salud, a la educación, a tener una familia, a no sufrir ningún tipo de violencia por parte de quienes le rodean, a que sus voces sean escuchadas y, por supuesto, a jugar, a ser feliz y a ser lo que son: niñas y niños.

Desgraciadamente, las consecuencias derivadas del pandemia del Covid-19, también suponen un duro golpe para los derechos de niñas y niños poniendo en riesgo su futuro debido al aumento de la pobreza y las dificultades para continuar con su educación. Pero no podemos dejar que la pandemia sirva de excusa para dejar de proteger la dignidad y los derechos de quienes son más vulnerables. 

Hemos ser muy conscientes de que no solo las familias sino también el equipo docente de los centros de enseñanza, las autoridades y las instituciones de gobierno, los medios de comunicación, los líderes y lideresas de cualquier campo de la vida social y, en definitiva, toda la sociedad en su conjunto, deben trabajar de forma coordinada para proteger la infancia en todos los sentidos. 

Por ello, debemos seguir defendiendo, ahora más que nunca, los derechos de niñas y niños garantizando un futuro de esperanza para toda la humanidad. Un futuro en donde podamos seguir construyendo, entre todas y todos, una sociedad libre de violencia, libre de pobreza y de desigualdades. 

Porque gracias a su sonrisa, podemos creer en un mundo mejor.

¡Construyámoslo!

 Sara Naseh, Irán.

🇬🇧️ENGLISH🇬🇧️

THANKS TO THEIR SMILE.

Today is one of the most special days. Today we are celebrating the World Children’s Day and, therefore, taking the Declaration of the Rights of the Child and the Convention on the Rights of the Child as a reference, today we must dedicate this day to thinking about those who will be the protagonists of the future.

When we talk about children’s rights, we think of a set of rights aimed at protecting not only life but also the right to health, to education, to have a family, to not suffer any kind of violence from those around them, to have their voices heard and, of course, to play, to be happy and to be what they are: girls and boys.

Unfortunately, the consequences of the Covid-19 pandemic are also a blow to the rights of children, putting their future at risk due to increased poverty and difficulties in continuing their education. But we cannot let the pandemic serve as an excuse to fail to protect the dignity and rights of those who are most vulnerable. 

We must be very aware that not only families, but also teachers in schools, authorities and government institutions, the media, leaders in any field of social life and, in short, society as a whole, must work in a coordinated manner to protect children in all respects. 

Therefore, we must continue to defend, now more than ever, the rights of children, guaranteeing a future of hope for all humanity. A future where we can continue to build, together, a society free of violence, free of poverty and inequality. 

Because thanks to their smile, we can believe in a better world.

Let us build it!

 Sara Naseh, Iran

🇮🇹ITALIANO🇮🇹

GRAZIE AL LORO SORRISO.

Oggi è uno dei giorni più speciali. Oggi celebriamo la Giornata Mondiale dell’Infanzia e, quindi, avendo come riferimento la Dichiarazione dei Diritti del Fanciullo e la Convenzione Internazionale sui Diritti dell’Infanzia, oggi dobbiamo dedicare questa giornata a pensare a coloro che saranno i protagonisti del futuro.

Quando parliamo di diritti dei bambini, pensiamo a un insieme di diritti destinati non solo a proteggere la vita, ma anche a tutelare il diritto alla salute, all’istruzione, ad avere una famiglia, a non subire alcun tipo di violenza da parte di chi li circonda, a far sentire la propria voce e, naturalmente, a giocare, ad essere felici e ad essere ciò che sono: bambine e bambini.

Purtroppo, le conseguenze della pandemia di Covid-19 sono anche un duro colpo per i diritti dei bambini, mettendo a rischio il loro futuro a causa dell’aumento della povertà e delle difficoltà nel proseguire la loro istruzione. Ma non possiamo permettere che la pandemia serva da scusa per non proteggere la dignità e i diritti di coloro che sono più vulnerabili. 

Dobbiamo essere molto consapevoli che non solo le famiglie, ma anche gli insegnanti nelle scuole, le autorità e le istituzioni governative, i media, i leader in qualsiasi campo della vita sociale e, in ultima analisi, la società nel suo complesso, devono lavorare insieme per proteggere i bambini in ogni modo. 

Per questo dobbiamo continuare a difendere, ora più che mai, i diritti dei bambini, garantendo un futuro di speranza per tutta l’umanità. Un futuro in cui possiamo continuare a costruire, insieme, una società libera dalla violenza, libera dalla povertà e dalla disuguaglianza. 

Perché grazie al loro sorriso, possiamo credere in un mondo migliore.

Costruiamolo!

 Sara Naseh, Iran

🇫🇷️FRANÇAIS🇫🇷️

GRÂCE À LEUR SOURIRE.

Aujourd’hui est l’un des jours les plus spéciaux. Aujourd’hui, nous célébrons la Journée mondiale de l’enfance et, par conséquent, ayant comme références la Déclaration des droits de l’enfant et la Convention relative aux droits de l’enfant, nous devons consacrer cette journée à penser à ceux qui seront les protagonistes de l’avenir.

Lorsque nous parlons des droits de l’enfant, nous pensons à un ensemble de droits destinés non seulement à protéger la vie, mais aussi à protéger le droit à la santé, à l’éducation, à avoir une famille, à ne subir aucune forme de violence de la part de ceux qui les entourent, à faire entendre leur voix et, bien sûr, à jouer, à être heureux et à être ce qu’ils sont : filles et garçons.

Malheureusement, les conséquences de la pandémie de Covid-19 sont également un coup porté aux droits des enfants, mettant leur avenir en danger en raison de l’augmentation de la pauvreté et des difficultés à poursuivre leur éducation. Mais nous ne pouvons pas laisser la pandémie servir d’excuse pour ne pas protéger la dignité et les droits des personnes les plus vulnérables. 

Nous devons être très conscients que non seulement les familles, mais aussi les enseignants des écoles, les autorités et les institutions gouvernementales, les médias, les leaders dans tous les domaines de la vie sociale et, en fin de compte, la société dans son ensemble, doivent travailler ensemble pour protéger les enfants de toutes les manières possibles. 

C’est pourquoi nous devons continuer à défendre, aujourd’hui plus que jamais, les droits des enfants, garantissant un avenir d’espoir pour toute l’humanité. Un avenir où nous pourrons continuer à construire, ensemble, une société sans violence, sans pauvreté et sans inégalités. 

Parce que grâce à leur sourire, nous pouvons croire en un monde meilleur.

Construisons-le!

 Sara Naseh, Iran.

🇵🇹PORTUGUÊS🇵🇹

GRAÇAS AO SEUS SORRISOS.

Hoje é um dos dias mais especiais. Hoje celebramos o Dia Mundial da Criança e, portanto, tendo como referência a Declaração Universal dos Direitos da Criança e a Convenção Internacional sobre os Direitos da Criança, devemos hoje dedicar este dia a pensar naqueles que serão os protagonistas do futuro.

Quando falamos de direitos das crianças, pensamos num conjunto de direitos destinados não só a proteger a vida mas também a proteger o direito à saúde, à educação, a ter uma família, a não sofrer qualquer tipo de violência por parte daqueles que os rodeiam, a fazer ouvir a sua voz e, claro, a brincar, a ser felizes e a ser o que são: raparigas e rapazes.

Infelizmente, as consequências da pandemia de Covid-19 são também um golpe nos direitos das crianças, pondo em risco o seu futuro devido ao aumento da pobreza e às dificuldades em continuar com a sua educação. Mas não podemos deixar que a pandemia sirva de desculpa para não proteger a dignidade e os direitos daqueles que são mais vulneráveis. 

Devemos estar muito conscientes de que não só as famílias, mas também os professores nas escolas, as autoridades e instituições governamentais, os meios de comunicação social, os líderes em qualquer campo da vida social e, em última análise, a sociedade como um todo, devem trabalhar em conjunto para proteger as crianças de todas as formas. 

É por isso que temos de continuar a defender, agora mais do que nunca, os direitos das crianças, garantindo um futuro de esperança para toda a humanidade. Um futuro onde possamos continuar a construir, juntos, uma sociedade livre de violência, livre de pobreza e desigualdade. 

Porque, graças ao seus sorrisos, podemos crer num mundo melhor.

Construamo-lo!

 Sara Naseh, Irão.