Mis Siete Deseos.

Ahora que, un año más, nos encontramos en estas fechas que, para muchos de vosotros y de vosotras, suponen el mejor momento para hacer balance de todo este año, quiero enviaros este mensaje y compartir con todos y todas mis pensamientos cuando estamos cerca de celebrar la Nochebuena al lado de nuestros seres queridos. 

La verdad es que los últimos años han sido especialmente complicados para mí en muchos sentidos. Las largas estancias en las fríos hospitales y las duras pérdidas familiares hacen que, con el paso de los años, nos veamos abocados a pensar que estas fechas tienen un significado muy distinto al que solemos estar acostumbrados. No obstante, a pesar de las enormes dificultades no he dejado de sentir el sentir el amor, el afecto y el cariño de todas y de todos. Por eso quiero devolveros un poco de ese afecto, de ese amor, de ese cariño que, en ocasiones especialmente duras, he sentido por vuestra parte. 

Es cierto, esta no será una Navidad cualquiera. Ninguna Navidad es igual a la anterior, a la de hace 5 años o a aquella que aún perdura en los recuerdos de la infancia. Y es que, con el paso de los años y de las vivencias de cada día, son muchos los sentimientos encontrados que fluyen desde lo más profundo del corazón. Sentimientos que, sin duda, necesitamos compartir de forma imperiosa con aquellas personas que nos son cercanas. 

A lo largo de este último año que acaba en unos pocos días, todas y todos hemos podido superar los retos que la vida nos ha puesto en el camino. Quizá sea ese el secreto, quizá el secreto no sea pedir fuerzas a la Divina Providencia o a las Fuerzas del Universo, sino pedir nuevos retos que, al superarlos, nos hagan más fuertes cada día. Aún así, hay heridas que todos y todas sabemos que nunca cicatrizarán, como lo es la pérdida de un ser querido y con la que únicamente podemos aprender a vivir con ello hasta que, algún día, si es que existe esa posibilidad, podamos fundirnos de nuevo en un abrazo que, esta vez sí, dure eternamente. 

Quiero que penséis que, a pesar de la distancia que nos separa, nadie está solo totalmente y que, de alguna manera, aunque podamos estar mucho tiempo sin hablar entre nosotros o sin que nuestras miradas se crucen, siempre estaréis en mis pensamientos, aunque sea de manera fugaz, desde el cariño y el afecto, y de la misma manera en la yo también espero estar, aunque sea fugazmente, en vuestros pensamientos si es que he logrado ser merecedor de ello.

Pasados los duros trances, es momento de retomar una vez más las riendas de nuestra vida vida para seguir caminando y afrontando las dificultades del futuro. Todos sabemos  que no será fácil, que habrá montañas que difícilmente podamos escalar al principio pero también sé que todas y todos seremos capaces de salir adelante y de superar todo aquello que se cierna sobre nosotros, consiguiendo continuar hacia adelante, paso a paso, y construir algo nuevo y mejor, poco a poco, paso a paso, ladrillo a ladrillo y piedra a piedra. 

A lo largo de toda nuestra vida, muchas personas habrán pasando por nuestras vidas en diferentes momentos. Muchas de ellas siempre estarán a nuestro lado, otras decidirán apartarse por algún motivo u otro sin que nadie les pida o espere su marcha, otras regresarán a nuestro lado sin que lo esperemos, quizá en el momento justo en el que las necesitemos, y otras, desgraciadamente, se marcharan para no volver pero que, al mismo tiempo, seguirán estando y formando parte de nosotros y de nosotras, seguirán siempre alegres en nuestros recuerdos y su sonrisa siempre brillará en nuestros corazones. 

En esta noche, celebramos la llegada de aquel niño, hijo de Dios, nacido para traer la esperanza, la redención y la luz para toda la Humanidad. Un niño que, al igual que su familia, y como miles de niños y niñas en todo el mundo en la actualidad, se convirtió en un refugiado cuando apenas acababa de venir al mundo (Mateo 2:13). Esta noche, nos reunimos todas y todos frente a una mesa llena de ricos plantos, para conmemorar el nacimiento de un hombre que cambió nuestra manera de amar a las personas que está a nuestro lado. En el Judaísmo se le venera como un ejemplo y modelo a seguir bajo el nombre de יְהוֹשֻׁעַ, Yehošuaʕ, o יֵשׁוּעַ, Yešuaʕ; en el Islam se conoce y venera como عيسى ʿĪsā o Isa; y en el Cristianismo, se le conoce bajo el nombre de Jesús. Sea como fuere, Él fue un hombre que, a pesar de todo aquello que rodea su figura, lo más importante para toda aquella persona que conoce su figura es, sin duda alguna, que entregó su vida por nosotros y nos dejó el mayor mensaje de toda la historia de la Humanidad. Quizá con el paso de los siglos, su mensaje haya podido quedar algo difuminado pero, aunque no lo creas, si lo pensamos un poco, podemos entenderlo de una manera muy fácil. Y es que el mensaje es este; TE AMO A TI POR EL MERO HECHO DE QUE ERES TÚ Y SIN IMPORTAR NADA MÁS. 

Por esa razón, en esta noche en la que todas y todos nos reunimos con nuestros seres queridos, quiero que pensemos que, cada día, miles de familias se ven obligadas a separarse o a huir, como lo hicieron José, María y el pequeño Jesús, de lo que habría sido una muerte segura de permanecer en su hogar; que hay otras muchas familias que siguen rotas por no aceptar algo tan básico como que TODOS LOS SERES HUMANOS NACEMOS LIBRES E IGUALES EN DIGNIDAD Y DERECHOS; que hay otras que han rechazando a sus hermanos y hermanas, a sus hijas e hijos simplemente por ser, sentir o amar como puede hacerlo cualquier otra persona; que hay miles de personas que están inmersas en la soledad esperando oír la voz de quienes hace años les decían a todas horas “te quiero”; que hay personas que, a duras penas, conseguirán zafarse del hambre y reguardarse del frío de la noche; y que hay personas que llevan años gritando en silencio por un simple abrazo de consuelo. 

Sin duda, este es el verdadero significado de la Navidad y, en verdad, está muy lejos de todo aquello que nos rodea o pretenden hacernos creer. Por eso, esta noche, todas y todos, hemos de nos sentimos partícipes de ese mensaje. No importan nuestros orígenes, no importa nuestra forma de pensar, no importa a quién amemos, no importan nuestras diferencias y nuestros enfados del pasado, no importa nuestra fortuna, no importan nuestros problemas, no importan nuestros temores, no importan nuestros méritos, no importan nuestras virtudes y tampoco importan nuestros defectos ni nuestras virtudes. El mensaje sigue siendo el mismo para todas y para todos. EL MENSAJE SIGUE AHÍ, SIEMPRE HA ESTADO AHÍ. Nunca lo olvidéis. Por favor, tengámoslo presente, no solo ahora, sino también durante todo el año, durante cada día de nuestras vidas. Quizá, de esa manera, el mundo vuelva tomar de nuevo el camino del Amor, de la Paz y de la Esperanza. 

Por mi parte, ya solo me queda pediros disculpas si a lo largo de este año os he fallado alguna vez sin que, por supuesto, esa fuera mi intención y daros las gracias por haberme permitido compartir con todas y todos estas palabras que, así os lo aseguro, nacen desde lo más profundo del interior. Sé que quizá no signifiquen mucho pero, de seguro, es todo cuanto tengo y, por eso, espero que las recibáis con una sonrisa y con un abrazo que os mando acompañados de todo mi cariño, de todo mi afecto, de toda mi gratitud y, por supuesto, de todo mi amor. 

Esto es lo que quería compartir con todas y todos y que, por supuesto, lo acompaño de mis siete deseos que, al menos así lo espero, os acompañen hoy, mañana y siempre:

Dignidad, Prosperidad, Felicidad, Paz, Amor, Salud y Suerte. 

¡FELICES FIESTAS Y FELIZ AÑO NUEVO 2020!
¡FELIZ HANUKKAH!

Libres e Iguales en Dignidad y Derechos.

Hoy, día 10 de diciembre, celebramos el Día de los Derechos Humanos. Precisamente, fue un 10 de diciembre de 1948 cuando se adoptó por la Asamblea General de Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III), la que es conocida por todas y todos como la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS. Por tanto, y sin duda, hoy es un día muy especial para aquellas personas que, a diario, nos levantamos con el único afán de hacer lo correcto para defender sin descanso, aunque a veces con miedo, los derechos humanos de todas las personas, sean quienes sean y vengan de donde vengan.

Más allá de cualquier aspecto que os pueda decir a lo largo de todo este texto, pensad que, ante todo, voy a estar hablando de algo tan básico que puede resumirse en dos palabras: DIGNIDAD HUMANA. E, igualmente, todo lo que os pueda contar puede resumirse en una única idea: QUE LA DIGNIDAD HUMANA ES INVIOLABLE. De esto es de lo que quiero hablaros. Esta es la razón por la que, muchas y muchos como yo, nos levantamos cada día: PARA DEFENDER LA INVIOLABILIDAD DE LA DIGNIDAD HUMANA.

Ayer, día 9 de diciembre, celebrábamos también el Día Internacional para la Conmemoración y la Dignificación de las Víctimas del Crimen del Genocidio y su Prevención y el aniversario de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Por eso, antes de que sigáis leyendo, quiero que penséis acerca del contexto histórico en el que surge Declaración Universal de Derechos Humanos: Dos Guerras Mundiales, millones de víctimas, auténticas aberraciones cometidas en los campos de batalla y, muy especialmente, las abominaciones vividas en los campos de exterminio. 

Bajo este contexto, era imprescindible reivindicar la protección de la dignidad humana en un texto que, por primera vez, y tras la Carta Fundacional de las Naciones Unidas de 1945, hacía referencia a la universalidad de unos derechos, tan básicos como inalienables, de los que todas personas, sin distinción, somos titulares. Quizá, la Declaración no tiene la fuerza vinculante de otros textos internacionales pero, sin duda, su fuerza moral es incuestionable lo que, para muchos, le supone también un valor legal indiscutible. 

Fijémonos en el Artículo 1 de la DUDH. ¿Qué quiere decir este artículo? Nos quiere decir algo muy sencillo y fácil de entender.


¿Y por qué menciona en primer lugar la dignidad? Muy sencillo, porque la dignidad es la base de todos los derechos humanos. Los derechos humanos no son una concesión a modo de premio al más inteligente, al más guapo o al más fuerte, sino una cualidad innata de todas las personas del mundo por el mero hecho de serlo. La dignidad y los derechos humanos pertenecen a todas y a todos por igual, porque están directamente unidos de forma indivisible a la condición de ser humano. Y esto es así aunque ninguno de estos derechos tenga un carácter absoluto. Salvo uno, que es el derecho a no recibir tortura bajo ninguna circunstancia y que reconoce el art. 5 DUDH. 

La DUDH tiene además, como eje transversal, la Igualdad de todas las personas. Sin la igualdad no es posible entender la construcción y, sobre todo, el reconocimiento, de todos los derechos que señala la DUDH y de los que también, por supuesto, son titulares las minorías, los pueblos indígenas desde Papúa Nueva Guinea y aborígenes de Australia hasta Alaska, pasando por Asia, África o la Amazonia; pertenecen a todas las culturas; a todas las naciones; y, por supuesto, también las personas discapacidad tantas veces olvidadas. Por tanto, cuando nos referimos a la Igualdad que señala el artículo 1, diciendo que todos los seres humanos nacen libres e Iguales, debemos entender la igualdad en un sentido positivo directamente relacionado con la prohibición de toda forma de discriminación tal y como señala el Artículo 2 de la DUDH. ¿Y qué significa este artículo? Muy sencillo.

Recordad, los derechos aunque no puedan ejercitarse, aunque sean violentados o no estén reconocidos, SE TIENEN SIEMPRE. Pero hay que trabajar a diario por su defensa, por su reconocimiento y por el derecho de ejercitarlos libremente, no solo cuando se consiguen, sino también para mantenerlos. Y, todo esto, teniendo presente una idea muy importante: no hay que pertenecer a una causa para defenderla y no hay que ser víctima de una vulneración de derechos para defender y alzar la voz en favor de aquellas personas que sí ven sus derechos pisoteados sistemáticamente. 

Con todo, aunque la DIGNIDAD es sin duda la palabra más importante de toda la Declaración, solo aparece 5 veces en todo el texto: Dos en el preámbulo y tres en su articulado. Pero su peso y su fuerza son del todo incuestionables a pesar de que, a veces, sea difícil verlo plasmado en las leyes. Pero a día de hoy, ya no son tan pocas las constituciones del mundo que mencionan la dignidad dentro de tu articulado. Colombia, Canadá, Sudáfrica, México, Italia, Portugal, entre otros países,  la mencionan. 

También la Constitución Española de 1978, de la que acabamos de celebrar su aniversario, que y hace referencia a la dignidad de la persona y a los derechos que son inherentes e inviolables. Y lo hace en su art. 10. En este articulo queda recogido que la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social. Y que las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.

Por tanto, resulta claro, o al menos debería quedar muy claro siempre, cuál es el papel que la Declaración debe jugar siempre y en todo momento a la hora aplicar e inspirar nuestro ordenamiento jurídico. Recordad, la propia Constitución los señala como derechos inviolables e inherentes. Y si estos derechos emanan de esa dignidad que como seres humanos tiene toda persona, que nace libre e igual a otra, es porque, sin duda, LA DIGNIDAD HUMANA TAMBIÉN ES INVIOLABLE. 

Pensaréis, ¿y qué pasa con la mujer? ¿no hay referencia a las mujeres? Claro que sí. Pero no voy a hacer referencia a una sola mujer, sino a varias MUJERES EXCEPCIONALES por las que GRACIAS TODAS ELLAS, LA DECLARACIÓN UNIVERSAL EXISTE TAL Y COMO LA CONOCEMOS. Y quiero hacerlo desde el pleno convencimiento de que, sin ellas, la Declaración Universal no sería la misma. O puede que, incluso, SIN VOSOTRAS, ni siquiera hubiese llegado a existir.  Quizá conozcáis a algunas de ellas:

ELEANOR ROOSEVELT: Fue la primera Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos. Su papel fue esencial en la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

LAKSHMI MENON: Delegada de la India. Defendió con fuerza la no discriminación por sexo a lo largo de la Declaración, la inclusión en el preámbulo de la mención relativa a “la igualdad de derechos de hombres y mujeres” y la universalidad de los derechos humanos alejándose de toda referencia colonial. 

EVDOKIA URALOVA: Delegada por Bielorrusia. A ella le debemos que el artículo 23 reconozca que “Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”. De la mano de Fryderyka Kalinowska, de Polonia, y Elizavieta Popova, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se volcó especialmente por los derechos de las personas que viven en territorios no autónomos (artículo 2) y que no pueden ser discriminados por esa razón. 

MARIE-HÉLÈNE LEFAUCHEUX: Delegada por Francia. Gracias ella existe la inclusión del artículo 2 que establece la prohibición de discriminación por razón de sexo.

BODIL BEGTRUP: Desde Dinamarca. Defendió que la Declaración hiciera referencia como titulares de Derechos a “todos” o “toda persona” sin usar la formula “todos los hombres”. También luchó por la inclusión de los derechos de las minorías en el artículo 26, sobre el derecho a la educación que, aunque no salió adelante, la Declaración garantiza la igualdad de derechos de todas las personas.

BEGUM SHAISTA IKRAMULLAH: Desde Pakistán. Defendió la necesidad reforzar los conceptos de la libertad, la igualdad y la libre elección en la Declaración. Su papel fue esencial en la redacción del artículo 16, sobre la igualdad de derechos en el matrimonio, como forma de luchar contra el matrimonio infantil y forzado que, a día de hoy, sigue afectado a millones de mujeres y niñas en todo el mundo.

MINERVA BERNARDINO: Diplomática y líder feminista Dominicana. Fue esencial a la hora de incluir la “igualdad de derechos de hombres y mujeres” en el preámbulo de la Declaración. Ya había desempeñado un papel similar junto con la brasileña Bertha Lutz y la uruguaya Isabel de Vidal, en la defensa de la inclusión de los derechos de la mujer y la no discriminación sexual en la Carta de las Naciones Unidas como primer acuerdo internacional que reconoce la igualdad de derechos de hombres y mujeres.

HANSA MEHTA: Delegada de la India. Sin contar a Eleanor Roosevelt, era la única mujer en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas entre 1947 y 1948. Era una ferviente defensora de los derechos de la mujer, no solo en la India sino en todos los lugares del mundo. Gracias a ella, el artículo 1 de la Declaración comienza diciendo que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales”. 

Todo esto se lo debemos a este grupo mujeres BRILLANTES, todo esto OS LO DEBEMOS A VOSOTRAS, y es de JUSTICIA QUE SE OS RECONOZCA, que se reconozca vuestro papel en la historia, hoy, mañana y SIEMPRE. 

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Llegados a este punto y para no extenderme mucho más, quizá os preguntéis,  “Pero Luis, ¿qué podemos hacer para defender la dignidad y los derechos humanos?”. Hay muchas formas, pero lo más, para mí, la más importante es esta: ROMPER LA CADENA DE SILENCIO, ALZAR LA VOZ Y NO PERMANECER IMPASIBLES NUNCA. 

Ya os dije que no hay que pertenecer a una causa para defenderla. Y es cierto: No hay que ser mujer, formar parte del Colectivo LGTBIQ, ser inmigrante o refugiado, tener otra cultura o religión, ser menor de edad, tener un grado de discapacidad o tener alguna enfermedad para defender los Derechos de la Mujer, para defender los Derechos LGTBIQ, los Derechos de Migrantes y Refugiados, los Derechos Culturales o Religiosos, los Derechos de los Menores de Edad o los Derechos de las Personas enfermas y discapacitadas.  

¿Y por qué? PORQUE SON EXACTAMENTE LOS MISMOS DERECHOS Y UN ATAQUE EN CONTRA DE ESTOS DERECHOS, EN CONTRA DE UNA DIGNIDAD DE UNA SOLA PERSONA, SEA QUIEN SEA, SUPONE UNA AMENAZA A LOS DERECHOS Y A LA DIGNIDAD DE TODAS Y DE TODOS. 

Si queremos que la dignidad y los Derechos humanos tengan sentido, hemos de empezar por dárselo en nuestro día a día. Por eso, quiero que sepáis que los derechos humanos empiezan cada día, en cada momento y por todas partes. Empiezan ahora mismo, en esta sala; empiezan en vuestras casas con vuestras familias; empiezan en vuestros barrios, en vuestros pueblos; empiezan en vuestros lugares de trabajo; y, muy especialmente, empiezan en el interior de las aulas. SI NO CONSEGUIMOS QUE EMPIECEN AHÍ, NO CONSEGUIREMOS QUE TENGAN SENTIDO EN LAS INSTITUCIONES NI EN LOS PARLAMENTOS.

LOS DERECHOS HUMANOS SON DE TODOS Y PARA TODOS CON INDEPENDENCIA DE QUIEN SEAS, DE COMO SEAS, DE A QUIEN AMES, DE CUAL SEA TU ORIGEN, TU RELIGION Y TUS CREENCIAS, TU CULTURA, TU EDAD, TU ESTADO DE SALUD, TU GRADO DISCAPACIDAD O CUALQUIER OTRA CIRCUNSTANCIA PERSONAL.

SON NUESTROS, SON VUESTROS, SON DE TODAS Y DE TODOS, SIN EXCEPCIONES. SON NUESTRA MEJOR PARTE Y POR ESO, TENEMOS QUE ALIMENTARLOS CADA DÍA, DARLES CONTENIDO, DARLES SIGNIFICADO, DARLES VIDA. 

No quiero cansaros más, pero tampoco quisiera despedirme sin compartir una última cosa dedicada especialmente a la Declaración Universal, a modo de felicitación y ya que estamos de celebración. 

Querida Declaración;

Hoy cumples años pero, quienes creemos en ti, te celebramos y te llevamos por bandera todos y cada uno de los días. Has tenido ya una vida larga pero, en el fondo, sabemos que apenas has empezado a dar tus primeros pasos porque, cada día, millones de personas, en todo el mundo, reivindican tu nombre con fuerza. 

A pesar de las muchas dificultades que has tenido que sortear a lo largo del tiempo y del camino, y siguiendo la estela de todas aquellas te precedieron, contigo hemos aprendido lo que es la Libertad; contigo hemos aprendido lo que es la Justicia; contigo hemos aprendido lo que es la Igualdad.

No sé como lo has logrado pero eres capaz de hablar más de 500 lenguas y, aún a tus años, todavía sigues aprendiendo a comunicarte en otras nuevas. Tal vez sea porque por tus venas corre la sangre de todos los pueblos de la tierra. Por eso, cuando cierro los ojos, te imagino vestida con diversos ropajes propios de distintas etnias, culturas y tradiciones con enorme riqueza, fuerza y diversidad de colores, todos los del arco iris. Colores que, también,  siempre luces y reivindicas ORGULLOSA Y EMPODERADA.  

Y, sí, es verdad, tienes género neutro, pero en Español eres mujer, quizá porque gracias a un grupo de brillantes mujeres, todas y todos empezamos a conocer y entender la importancia de nuestros derechos. Y porque, gracias a una mujer, y a través de ti, aprendimos la que es sin duda la lección mas importante de todas: 

QUE TODOS LOS SERES HUMANOS, SEAMOS QUIENES SEAMOS, NACEMOS LIBRES E IGUALES EN DIGNIDAD Y EN DERECHOS. Y QUE LA HUMANIDAD, EN TODA SU RIQUEZA Y EN TODA SU DIVERSIDAD, ES SIN DUDA NUESTRO MAYOR Y MÁS VALIOSO PATRIMONIO Y, POR TANTO, ES TAREA DE TODAS Y DE TODOS EL DEFENDERLA. 

¡HAGÁMOSLO!

¡¡¡FELIZ DÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS!!!

Llegó la hora de hacer cambios.

Hoy, día 6 de diciembre, cuando celebramos el aniversario de nuestra Norma Fundamental, quisiera compartir algunas reflexiones con todas, con todes y con todos. Sí, he decidido escribirlo así porque, aunque es cierto que el género neutro engloba a los dos sexos, creo que, en los tiempos que corren, cuando existe un claro riesgo de involución en materia de derechos y de igualdad de oportunidades, toda acción que suponga un refuerzo de visibilidad en pos de la igualdad de derechos en general, entre hombres y mujeres en particular, en materia de lucha contra la violencia machista, contra migrantes y refugiados o contra el colectivo LGTBI, debe ser recalcada siempre y en todo momento. 

Han pasado más de 40 años desde que el 67% del censo de la población, después de décadas de OSCURIDAD TIRÁNICA FRANQUISTA, por fin volviese a ejercer su derecho a voto respaldando un texto constitucional con más del 90% de voto favorable para otorgarse así mismo de una norma central y esencial para cualquier ordenamiento jurídico y para toda sociedad que se considere a sí misma como una sociedad plural, libre, justa, igualitaria, diversa, democrática y avanzada.

Es cierto, no puede negarse que su redacción estuvo plagada de numerosas sombras de las que aún perduran algunas de ellas y que, salvo que exista un consenso unánime, difícilmente podrán ser disipadas a pesar del transcurso del tiempo. Precisamente, desde su entrada en vigor, esa falta de consenso es lo que que, en numerosas ocasiones, ha lastrado la eficacia de nuestra Ley Suprema en aspectos sumamente esenciales para la convivencia y para la mejora de nuestra democracia. Con todo, a pesar de esas sombras que han perdurado a hasta nuestros días, creo que el balance de su aplicación y vigencia debe considerarse razonablemente positivo siempre dentro de un contexto y desde una visión general. Sin embargo, esto no implica que no haya llegado la hora de cambiar, sino todo lo contrario. Ha llegado el momento de llevar a cabo esos cambios, de dar un paso hacia adelante y de acometer una reforma que, más que necesaria, se trata de una reforma del todo IMPERIOSA E INEXCUSABLE.

A lo largo de estas más de cuatro décadas de vigencia, nuestra Norma Fundamental sólo ha sido reformada en dos únicas ocasiones. La primera vez fue con motivo de adaptar nuestro ordenamiento jurídico a las disposiciones exigidas y recogidas en el Tratado de Maastricht de 1992. Bajo esta reforma, que afectó al art. 13.2 de nuestra Constitución, y que sin duda fue indudablemente positiva y bien recibida por el conjunto de la sociedad, se permitiría a nacionales de otros Estados miembros de la Unión Europea, con residencia habitual dentro de otro Estado miembro, el poder ejercer su derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones del municipio en el que residiesen. 

Sin embargo, la segunda de las reformas, aquella que afectaría de lleno al art. 135 de nuestra Norma Fundamental estuvo, por el contrario, rodeada de una enorme polémica. Bajo el pretexto de la necesidad de una estabilidad presupuestaria, y más allá de cualquier otra consideración política, especialmente en cuanto a la forma y al momento de su modificación y que NUNCA CONTÓ CON LA APROBACIÓN DEL PUEBLO (algo que hubiese sido, al menos, moralmente necesario dado que, en definitiva, fue en muchos aspectos el gran perjudicado), dicho artículo fue dotado de una extensa redacción muy lejos de la inicial. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, más o menos discutibles, sean acertados o no, del Ejecutivo durante los últimos años, dicha reforma parece que sigue careciendo de probabilidades razonables de ser cumplida en el tiempo prefijado y, con mucha menos probabilidad, de perdurar más allá de una hipotética nueva reforma constitucional que, además de ser muy necesaria, ya no parece muy lejana en el futuro. 

Quizá, cuando ese momento llegue, que sin duda llegará, algo que tendremos que afrontar con entereza y SIN MIEDO, no solo sea ya necesaria una reforma real y en profundidad. Quizá, como señalan algunas voces, la próxima reforma constitucional, más que a una reforma en sí misma, se aproxime más a un nuevo proceso constituyente (de “ruptura constitucional” según los más acérrimos detractores de toda reforma) para poder adaptar esa norma esencial que debe ser toda Carta Magna a los nuevos tiempos, a las nuevas realidades políticas y sociales y, sin duda, a los nuevos retos a los que nos enfrentaremos como país en el futuro y, muy especialmente, en clara referencia al peligro real de retroceso en el ejercicio de derechos, tan básicos como fundamentales para toda sociedad democrática, al que estamos asistiendo en los últimos tiempos auspiciado por parte de corrientes ideológicas que no creen en la inalienabilidad de esos derechos humanos y derechos fundamentales, que son no únicamente indivisibles sino que también son consustanciales con respecto a la propia esencia misma y a la inviolabilidad de la dignidad humana.

Entiendo que tras todos estos años de vigencia de nuestra Norma Fundamental, no son pocas las situaciones que una profunda decepción y, por extensión, una profunda desafección y desapego. Quiero pensar que siguen siendo mayoritarios aquellos aspectos que son, han sido y, de momento, continuan siendo positivas para el presente y el futuro del país. Pero, como ya he señalado, eso no implica que deje de ser necesaria una reforma profunda, más allá de las dos realizadas hasta el momento, que permita el mantenimiento y buen funcionamiento de las instituciones, que renueve el prestigio perdido en los últimos años y, al mismo tiempo, que conlleve para toda la ciudadanía nuevas y mayores cotas de desarrollo, de justicia social, de libertad y de mejora de nuestra democracia. En este sentido, desde mi punto de vista, de nuestro actual Texto Constitucional son cuatro los preceptos que, además de todos aquellos relacionados con los derechos fundamentales, derechos civiles y derechos sociales a los que debemos dar vida y contenido práctico y real, deberían ser nuevamente recogidos y, en todo caso, reforzados en lo esencial dentro de una futura reforma constitucional e, incluso, en la redacción de una nueva Carta Magna:

ARTICULO 1

  1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. […]

ARTÍCULO 9

  • 1. Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
  • 2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
  • 3. La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos.

ARTÍCULO 10

  • 1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.
  • 2. Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.

ARTÍCULO 14

  • Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Me despido ya no sin antes reafirmar mi plena confianza ese espíritu de concordia, de sentido común y de consenso necesario para que todas las esperanzas puestas en el futuro lleguen a ser finalmente posibles y que, de materializarse esa posible reforma o nueva redacción de una nueva Norma Fundamental, ésta pueda llegar a buen puerto y responder a las frustraciones y a las necesidades de una buena parte de la población, que hace tiempo que no se siente amparada bajo su manto, y despeje todas aquellas incógnitas que trae consigo el futuro, que es siempre incierto, pero al que no debemos dejar de mirar con ilusión y con esperanza. 

Tal vez, llegado ese momento, una vez materializadas y reflejadas todas las nuevas realidades de nuestra sociedad, todas aquellas personas que hemos creído y crecido durante todos estos años bajo el manto de la Constitución, podamos continuar creyendo y amparándonos en ella o en la que se erija como su sucesora. 

Con mis mejores deseos, 

FELIZ DÍA DE LA CONSTITUCIÓN.