El Océano del Olvido

(Escrito en 🇪🇸🇲🇽 – Written in 🇬🇧🇺🇸 – Scritto in 🇮🇹 – Rédigé en 🇫🇷🇨🇩 – Escrito em 🇵🇹🇧🇷)

🇪🇸ESPAÑOL🇲🇽

(Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos)

Aunque no seamos capaces de entenderlo, existe una forma de dolor que perdura a lo largo de los siglos. El llanto de quienes fueron sometidos al yugo de la esclavitud es como un desgarro del alma que, generaciones después, aún no ha cicatrizado por completo. Cada historia y cada lágrima derramada nos evoca el sufrimiento de quienes fueron arrancados de su tierra natal por la codicia de aquellas personas que veían en el tráfico de esclavos una forma de obtener beneficios a costa de deshumanizar y de arrebatar la dignidad a quienes fueron víctimas de esta deleznable práctica.

Cada una de las personas víctimas de la esclavitud es una cicatriz que nos recuerda el sufrimiento de millones de personas en uno de los periodos más oscuros de la historia de la humanidad. Ese dolor, transmitido de generación en generación, continúa arraigado en lo más profundo de los corazones de sus descendientes como una fría losa que aún lastra su presente a través de esa triste maldición que es la discriminación racial.

La esclavitud no solo robó la libertad a millones de personas, también les desposeyó de su identidad y de su dignidad como seres humanos. Cuesta imaginar el sufrimiento de aquellas personas que fueron arrancadas cruelmente de sus hogares, separadas de sus familias y arrojadas a un futuro incierto en tierras extrañas. Es casi del todo imposible poder comprender el inmenso dolor que atravesaron, las incontables lágrimas que se perdieron para siempre en la oscuridad de la noche y los gritos de desesperación ahogados en la inmensidad del océano.

Todas y cada una de aquellas personas tenían una historia que merece ser contada, una vida que fue privada de su libertad y una dignidad cruelmente pisoteada. Millones de personas fueron tratadas como simples objetos, en piezas de la maquinaria de la codicia puesta al servicio de quienes se creían con derecho de adueñarse de la vida de quienes consideraban falazmente seres inferiores por el color de su piel cuando, en realidad, eran seres humanos semejantes a ellos. Familias enteras fueron desmembradas y comunidades enteras fueron arrasadas. Todo ello mientras que la humanidad, tan indiferente ayer como ahora, contemplaba impasible el desgarrador llanto de quienes iban a ser vendidos tras un viaje de miles de kilómetros a través del océano.

Siglos después, aunque los barcos de esclavos han dejado de surcar los mares, los ecos de aquel pasado doloroso aún resuenan entre las olas del mar junto con el lamento de quienes perdieron la vida durante la travesía. Un lamento que, en nuestros días, se ha transformado en la violencia, el odio y la discriminación que siguen acechando en la sombra mientras esperan el momento adecuado para volver a sembrar el dolor entre quienes siguen luchando por su libertad, por la igualdad de sus derechos y por el respeto hacia su dignidad.

Como sociedad, es nuestro deber alzar la voz ante toda forma de opresión, discriminación e injusticia. Hemos de ser la luz que prevalece sobre la oscuridad, el faro que guíe al barco de la libertad frente al odio y la intolerancia y la voz que clame por la igualdad y el respeto hacia la dignidad humana inviolable de toda persona sin importar el color de piel o el lugar de procedencia. Solo cuando seamos capaces de reconocer la humanidad en la mirada de quien tenemos enfrente, cuando veamos nuestro reflejo en la mirada de quienes más sufren, las heridas cicatrizarán y podremos construir un mundo justo, libre e igualdad para toda persona, sea quien sea y en cualquier lugar del mundo.

Mientras tanto, hemos de impedir que las historias de quienes sufrieron bajo el yugo de la esclavitud se pierdan para siempre en la profundidad del océano o sean borradas de los libros de historia. Cada persona, cada ser humano víctima de la esclavitud merece ser recordada y honrada. Su historia y su legado han de conocerse para que jamás olvidemos la fuerza indomable del espíritu humano en su búsqueda por la libertad.

Que se conozca cada historia, cada nombre y cada rostro para nunca se pierdan en el océano del olvido.

Aprendamos de los errores del pasado, para forjar un mañana de igualdad y justicia.

Hagamos posible un mundo mejor para las generaciones del mañana.

Naveguemos juntos a través del mar de la libertad. 

Y honremos su recuerdo.

🇬🇧ENGLISH🇺🇸

THE OCEAN OF OBLIVION

(International Day of Remembrance of the Victims of Slavery and the Transatlantic Slave Trade)

Although we may not be able to understand it, there is a form of pain that endures through the centuries. The weeping of those who were subjected to the yoke of slavery is like a tearing of the soul that, generations later, has not yet fully healed. Every story and every tear shed evokes the suffering of those who were torn from their homeland by the greed of those who saw the slave trade as a way to profit at the cost of dehumanising and robbing the victims of this despicable practice of their dignity.

Each of the victims of slavery is a scar that reminds us of the suffering of millions of people in one of the darkest periods of human history. That pain, passed down from generation to generation, remains rooted deep in the hearts of their descendants like a cold slab that still weighs down their present through the sad curse of racial discrimination.

Slavery not only robbed millions of people of their freedom, it also robbed them of their identity and their dignity as human beings. It is hard to imagine the suffering of those people who were cruelly torn from their homes, separated from their families and thrown into an uncertain future in a strange land. It is almost impossible to comprehend the immense pain they went through, the countless tears that were lost forever in the darkness of the night and the cries of despair drowned in the vastness of the ocean.

Each and every one of those people had a story that deserves to be told, a life that was deprived of its freedom and a dignity that was cruelly trampled upon. Millions of people were treated as mere objects, cogs in the machinery of greed at the service of those who believed they had the right to take over the lives of those they fallaciously considered inferior because of the colour of their skin when, in reality, they were human beings just like themselves. Whole families were dismembered and entire communities were razed to the ground. All this while humanity, as indifferent yesterday as it is now, watched impassively the heart-rending cries of those who were to be sold after a journey of thousands of miles across the ocean.

Centuries later, although the slave ships have ceased to sail the seas, the echoes of that painful past still resound among the waves of the sea along with the lament of those who lost their lives during the voyage. A lament that, in our times, has been transformed into the violence, hatred and discrimination that continue to lurk in the shadows as they wait for the right moment to re-sow pain among those who continue to fight for their freedom, for equal rights and for respect for their dignity.

As a society, it is our duty to speak out against all forms of oppression, discrimination and injustice. We must be the light that prevails over the darkness, the lighthouse that guides the ship of freedom in the face of hatred and intolerance, and the voice that cries out for equality and respect for the inviolable human dignity of every person regardless of skin colour or place of origin. Only when we are able to recognise the humanity in the eyes of those in front of us, when we see our reflection in the eyes of those who suffer most, will the wounds heal and we will be able to build a just, free and equal world for all people, whoever they are and wherever they are in the world.

In the meantime, we must prevent the stories of those who suffered under the yoke of slavery from being lost forever in the depths of the ocean or erased from the history books. Every person, every human being who was a victim of slavery deserves to be remembered and honoured. Their story and their legacy must be known so that we never forget the indomitable strength of the human spirit in its quest for freedom.
Let every story, every name and every face be known so that they will never be lost in the ocean of oblivion.

Let us learn from the mistakes of the past, to forge a tomorrow of equality and justice.

Let us make a better world possible for tomorrow’s generations.

Let us sail together across the sea of freedom. 

And let us honour their memory.

🇮🇹ITALIANO🇮🇹

L’OCEANO DELL’OBLIO

(Giornata Internazionale in Ricordo delle Vittime delle Schiavitù e della Tratta Transatlantica degli Schiavi)

Anche se non siamo in grado di capirlo, c’è una forma di dolore che resiste nei secoli. Il pianto di coloro che sono stati sottoposti al giogo della schiavitù è come una lacerazione dell’anima che, a distanza di generazioni, non è ancora completamente guarita. Ogni storia e ogni lacrima versata evoca la sofferenza di coloro che sono stati strappati dalla loro patria dall’avidità di coloro che hanno visto nella tratta degli schiavi un modo per trarre profitto a costo di disumanizzare e privare della loro dignità le vittime di questa pratica spregevole.

Ogni vittima della schiavitù è una cicatrice che ci ricorda la sofferenza di milioni di persone in uno dei periodi più bui della storia umana. Quel dolore, tramandato di generazione in generazione, rimane radicato nel cuore dei loro discendenti come una lastra fredda che pesa ancora sul loro presente attraverso la triste maledizione della discriminazione razziale.

La schiavitù non solo ha privato milioni di persone della loro libertà, ma le ha anche private della loro identità e della loro dignità di esseri umani. È difficile immaginare la sofferenza di quelle persone che sono state crudelmente strappate dalle loro case, separate dalle loro famiglie e gettate in un futuro incerto in una terra sconosciuta. È quasi impossibile comprendere l’immenso dolore che hanno provato, le innumerevoli lacrime che si sono perse per sempre nell’oscurità della notte e le grida di disperazione annegate nella vastità dell’oceano.

Ognuna di quelle persone aveva una storia che merita di essere raccontata, una vita che è stata privata della sua libertà e una dignità che è stata crudelmente calpestata. Milioni di persone sono state trattate come semplici oggetti, ingranaggi della macchina dell’avidità al servizio di coloro che credevano di avere il diritto di appropriarsi delle vite di coloro che consideravano fallacemente inferiori a causa del colore della loro pelle quando, in realtà, erano esseri umani proprio come loro. Intere famiglie sono state smembrate e intere comunità sono state rase al suolo. Tutto questo mentre l’umanità, indifferente ieri come oggi, assisteva impassibile alle grida strazianti di coloro che dovevano essere venduti dopo un viaggio di migliaia di chilometri attraverso l’oceano.

A distanza di secoli, sebbene le navi negriere abbiano smesso di solcare i mari, gli echi di quel doloroso passato risuonano ancora tra le onde del mare insieme al lamento di coloro che persero la vita durante il viaggio. Un lamento che, ai nostri giorni, si è trasformato nella violenza, nell’odio e nella discriminazione che continuano ad annidarsi nell’ombra in attesa del momento giusto per seminare nuovamente dolore tra coloro che continuano a lottare per la loro libertà, per l’uguaglianza dei diritti e per il rispetto della loro dignità.

Come società, è nostro dovere parlare contro ogni forma di oppressione, discriminazione e ingiustizia. Dobbiamo essere la luce che prevale sulle tenebre, il faro che guida la nave della libertà di fronte all’odio e all’intolleranza, e la voce che grida per l’uguaglianza e il rispetto dell’inviolabile dignità umana di ogni persona, indipendentemente dal colore della pelle o dal luogo di origine. Solo quando saremo in grado di riconoscere l’umanità negli occhi di chi ci sta di fronte, quando vedremo il nostro riflesso negli occhi di chi soffre di più, le ferite si rimargineranno e saremo in grado di costruire un mondo giusto, libero e uguale per tutte le persone, chiunque esse siano e ovunque si trovino nel mondo.

Nel frattempo, dobbiamo evitare che le storie di coloro che hanno sofferto sotto il giogo della schiavitù si perdano per sempre nelle profondità dell’oceano o vengano cancellate dai libri di storia. Ogni persona, ogni essere umano che è stato vittima della schiavitù merita di essere ricordato e onorato. La loro storia e la loro eredità devono essere conosciute per non dimenticare mai la forza indomabile dello spirito umano nella sua ricerca della libertà.

Facciamo conoscere ogni storia, ogni nome e ogni volto, affinché non si perdano mai nell’oceano dell’oblio.

Impariamo dagli errori del passato per forgiare un domani di uguaglianza e giustizia.

Rendiamo possibile un mondo migliore per le generazioni di domani.

Navighiamo insieme nel mare della libertà. 

E onoriamo la loro memoria.

🇫🇷FRANÇAIS🇨🇩

L’OCÉAN DE L’OUBLI

(Journée internationale de commémoration des victimes de l’esclavage et de la traite transatlantique des esclaves)

Sans que nous puissions la comprendre, il existe une forme de douleur qui traverse les siècles. Les pleurs de ceux qui ont subi le joug de l’esclavage sont comme une déchirure de l’âme qui, des générations plus tard, n’a pas encore totalement cicatrisé. Chaque histoire, chaque larme versée évoque la souffrance de ceux qui ont été arrachés à leur patrie par la cupidité de ceux qui ont vu dans la traite des esclaves un moyen de faire du profit au prix de la déshumanisation et de la privation de dignité des victimes de cette pratique abjecte.

Chacune des victimes de l’esclavage est une cicatrice qui nous rappelle la souffrance de millions de personnes au cours de l’une des périodes les plus sombres de l’histoire de l’humanité. Cette douleur, transmise de génération en génération, reste ancrée dans le cœur de leurs descendants comme une plaque froide qui pèse encore sur leur présent par la triste malédiction de la discrimination raciale.

L’esclavage a non seulement privé des millions de personnes de leur liberté, mais aussi de leur identité et de leur dignité en tant qu’êtres humains. Il est difficile d’imaginer la souffrance de ces personnes qui ont été cruellement arrachées à leur foyer, séparées de leur famille et jetées dans un avenir incertain en terre étrangère. Il est presque impossible de comprendre l’immense douleur qu’ils ont endurée, les innombrables larmes qui se sont perdues à jamais dans l’obscurité de la nuit et les cris de désespoir noyés dans l’immensité de l’océan.

Chacune de ces personnes avait une histoire qui mérite d’être racontée, une vie qui a été privée de sa liberté et une dignité qui a été cruellement bafouée. Des millions de personnes ont été traitées comme de simples objets, des rouages dans la machine de la cupidité au service de ceux qui croyaient avoir le droit de s’approprier la vie de ceux qu’ils considéraient fallacieusement comme inférieurs en raison de la couleur de leur peau, alors qu’en réalité, il s’agissait d’êtres humains comme eux. Des familles entières ont été démembrées et des communautés entières ont été rasées. Tout cela pendant que l’humanité, aussi indifférente hier qu’aujourd’hui, regardait impassiblement les cris déchirants de ceux qui allaient être vendus après un voyage de plusieurs milliers de kilomètres à travers l’océan.

Des siècles plus tard, bien que les navires négriers aient cessé de sillonner les mers, les échos de ce passé douloureux résonnent encore sur les vagues de la mer, avec la complainte de ceux qui ont perdu la vie au cours de la traversée. Une complainte qui, à notre époque, s’est transformée en violence, en haine et en discrimination qui restent tapies dans l’ombre et attendent le bon moment pour semer à nouveau la douleur parmi ceux qui continuent à lutter pour leur liberté, pour l’égalité des droits et pour le respect de leur dignité.

En tant que société, il est de notre devoir de nous élever contre toutes les formes d’oppression, de discrimination et d’injustice. Nous devons être la lumière qui l’emporte sur les ténèbres, le phare qui guide le navire de la liberté face à la haine et à l’intolérance, et la voix qui réclame l’égalité et le respect de la dignité humaine inviolable de chaque personne, quelle que soit la couleur de sa peau ou son lieu d’origine. Ce n’est que lorsque nous serons capables de reconnaître l’humanité dans les yeux de ceux qui sont en face de nous, lorsque nous verrons notre reflet dans les yeux de ceux qui souffrent le plus, que les blessures se refermeront et que nous pourrons construire un monde juste, libre et égal pour tous, qui qu’ils soient et où qu’ils se trouvent dans le monde.

En attendant, nous devons empêcher que les histoires de ceux qui ont souffert sous le joug de l’esclavage ne se perdent à jamais dans les profondeurs de l’océan ou ne soient effacées des livres d’histoire. Chaque personne, chaque être humain qui a été victime de l’esclavage mérite qu’on se souvienne de lui et qu’on l’honore. Leur histoire et leur héritage doivent être connus afin que nous n’oubliions jamais la force indomptable de l’esprit humain dans sa quête de liberté.

Que chaque histoire, chaque nom et chaque visage soient connus afin qu’ils ne se perdent jamais dans l’océan de l’oubli.

Tirons les leçons des erreurs du passé pour forger un avenir d’égalité et de justice.

Rendons possible un monde meilleur pour les générations de demain.

Naviguons ensemble sur la mer de la liberté.

Et honorons leur mémoire.

🇵🇹PORTUGUÊS🇧🇷

O OCEANO DO ESQUECIMENTO

(Dia Internacional em Memória das Vítimas da Escravidão e do Tráfico Transatlântico de Escravos)

Embora não sejamos capazes de a compreender, há uma forma de dor que perdura ao longo dos séculos. O choro dos que foram submetidos ao jugo da escravatura é como um rasgão na alma que, gerações depois, ainda não sarou completamente. Cada história e cada lágrima derramada evocam o sofrimento daqueles que foram arrancados da sua pátria pela ganância daqueles que viam no tráfico de escravos uma forma de lucro à custa da desumanização e do roubo da dignidade das vítimas desta prática desprezível.

Cada uma das vítimas da escravatura é uma cicatriz que nos recorda o sofrimento de milhões de pessoas num dos períodos mais negros da história da humanidade. Essa dor, transmitida de geração em geração, permanece enraizada no coração dos seus descendentes como uma laje fria que ainda pesa sobre o seu presente através da triste maldição da discriminação racial.

A escravatura não só roubou a liberdade a milhões de pessoas, como também lhes roubou a sua identidade e a sua dignidade enquanto seres humanos. É difícil imaginar o sofrimento dessas pessoas que foram cruelmente arrancadas das suas casas, separadas das suas famílias e atiradas para um futuro incerto numa terra estranha. É quase impossível compreender a imensa dor por que passaram, as inúmeras lágrimas que se perderam para sempre na escuridão da noite e os gritos de desespero afogados na vastidão do oceano.

Cada uma dessas pessoas tinha uma história que merece ser contada, uma vida que foi privada da sua liberdade e uma dignidade que foi cruelmente espezinhada. Milhões de pessoas foram tratadas como meros objectos, engrenagens da máquina da ganância ao serviço daqueles que se julgavam no direito de se apoderarem das vidas daqueles que falaciosamente consideravam inferiores devido à cor da sua pele, quando, na realidade, eram seres humanos como eles próprios. Famílias inteiras foram desmembradas e comunidades inteiras foram arrasadas. Tudo isto enquanto a humanidade, tão indiferente ontem como hoje, assistia impassível aos gritos de dor daqueles que iam ser vendidos depois de uma viagem de milhares de quilómetros através do oceano.

Séculos depois, embora os navios negreiros tenham deixado de navegar pelos mares, os ecos desse passado doloroso ainda ressoam entre as ondas do mar, juntamente com o lamento daqueles que perderam a vida durante a viagem. Um lamento que, nos nossos dias, se transformou na violência, no ódio e na discriminação que continuam a espreitar na sombra, à espera do momento certo para voltar a semear a dor entre aqueles que continuam a lutar pela sua liberdade, pela igualdade de direitos e pelo respeito da sua dignidade.

Como sociedade, é nosso dever manifestarmo-nos contra todas as formas de opressão, discriminação e injustiça. Temos de ser a luz que prevalece sobre as trevas, o farol que guia o barco da liberdade face ao ódio e à intolerância, e a voz que clama pela igualdade e pelo respeito da dignidade humana inviolável de cada pessoa, independentemente da cor da pele ou do local de origem. Só quando formos capazes de reconhecer a humanidade nos olhos de quem está à nossa frente, quando virmos o nosso reflexo nos olhos de quem mais sofre, é que as feridas sararão e poderemos construir um mundo justo, livre e igual para todas as pessoas, sejam elas quem forem e estejam elas onde estiverem no mundo.

Entretanto, temos de evitar que as histórias dos que sofreram sob o jugo da escravatura se percam para sempre nas profundezas do oceano ou sejam apagadas dos livros de História. Cada pessoa, cada ser humano que foi vítima da escravatura merece ser recordado e honrado. A sua história e o seu legado devem ser conhecidos para que nunca esqueçamos a força indomável do espírito humano na sua busca pela liberdade.

Que todas as histórias, todos os nomes e todos os rostos sejam conhecidos para que nunca se percam no oceano do esquecimento.

Aprendamos com os erros do passado, para forjarmos um futuro de igualdade e justiça.

Tornemos possível um mundo melhor para as gerações de amanhã.

Naveguemos juntos no mar da liberdade. 

E honremos a sua memória.

Deja un comentario